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lunes, 1 de marzo de 2010

Posmodernismo, pseudociencias, religión e izquierda política



¿Hay alguna relación entre posmodernismo y pseudociencia? Bien, quizás para poder responder con mayor conocimiento de causa sea necesario definir ambos términos
Daniel Raventós | Sinpermiso | 22-2-2010 a las 21:09 | 666 lecturas | 4 comentarios
www.kaosenlared.net/noticia/posmodernismo-pseudociencias-religion-izquierda-politica
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¿Hay alguna relación entre posmodernismo y pseudociencia? Bien, quizás para poder responder con mayor conocimiento de causa sea necesario definir ambos términos. El posmodernismo es una corriente intelectual que tiene en mayor o menor grado estas características: el rechazo de la tradición racionalista de la Ilustración, el desprecio hacia cualquier tipo de comprobación empírica de sus discursos teóricos, y un relativismo cognitivo y cultural que considera a la ciencia como una "narración" o una construcción social entre muchas otras.

Por pseudociencia la definición que puede valer es: conjuntos de pensamientos, afirmaciones o relaciones sobre realidades o imaginaciones de todo punto inaceptables por la ciencia; habitualmente quien la practica apoya estos pensamientos mediante razonamientos o informes que distan de satisfacer los requisitos habituales en ciencia.

Ya puestos, también se especificará qué se entiende por ciencia: un intento crecientemente exitoso ("crecimiento exitoso" porque para decirlo con las palabras de uno de los mayores especialistas mundiales en especiación, Jerry A. Coyne: "los problemas difíciles a menudo ceden ante la ciencia") de obtener una comprensión objetiva, si bien siempre incompleta y aproximada, del mundo.

Si en una línea horizontal que intentase reflejar el continuo que va, de izquierda a derecha, desde la ciencia probada hasta la pseudociencia más "pura", basado en la fuerza de los datos empíricos a favor de las distintas teorías que pudiéramos poner, nos encontraríamos en el extremo izquierdo con teorías, por ejemplo, como la atómica o la evolución. En realidad, son muchos los que coinciden en que la evolución es un hecho. Uno de ellos, Richard Dawkins, lo dice de forma elocuente: "Más allá de una duda razonable, más allá de una duda seria, más allá de una duda sana, informada, inteligente, más allá de cualquier duda, la evolución es un hecho." (1). Pero no nos detengamos en este punto; en el extremo izquierdo de este hipotético continuo, repito, están la teoría atómica y la evolución, entre otras. En el extremo derecho existen, ¡ay!, muchos ejemplos para poner: astrología, creacionismo, judaísmo, cristianismo, tarot… Cerca del extremo derecho también estaría situada la homeopatía, por ejemplo.

La relación entre postmodernismo y pseudociencias es una de las investigaciones que nos propone, entre otras muchas, Alan Sokal en su nuevo libro Más allá de las imposturas intelectuales (Paidós, 2009), excelentemente traducido por Miguel Candel.

Como se recordará, Alan Sokal fue el responsable de un episodio muy divertido y muy ilustrativo. En el año 1996, la revista postmoderna que académicamente gozaba de mucha importancia, Social Text, publicó en el número 46/47 un artículo de título largo y voluntariamente incomprensible (la traducción del inglés sería algo así como "Transgredir las fronteras: hacia una hermenéutica transformativa de la gravedad quántica") escrito por este físico de izquierdas estadounidense. Poco después de publicarse, el mismo Alan Sokal envió un artículo a la misma revista en el que confesaba que todo lo que había escrito allá era un sinsentido de lo más estúpido. Social Text no quiso publicar este nuevo artículo de Sokal en donde se desmontaba el engaño, aunque sí lo hizo Dissent en el mismo año 1996. Entre otras cosas, Sokal afirmaba en este nuevo artículo: "… mi artículo [el anterior publicado en Social Text] es una mezcla de verdades, medias verdades, cuartos de verdad, falsedades, saltos ilógicos y frases sintácticamente correctas que carecen por completo de sentido." Y también: "Confieso que soy un viejo izquierdista impenitente que nunca ha entendido cómo se supone que la deconstrucción va a ayudar a la clase obrera. Y soy también un viejo científico pesado que cree, ingenuamente, que existe un mundo externo, que existen verdades objetivas sobre el mundo y que mi misión es descubrir algunas de ellas." Se armó un buen escándalo que hasta recibió nombre propio: "el asunto Sokal". El escándalo tuvo por supuesto también un amplio seguimiento en la prensa de gran tirada, tanto en la francesa como en la estadounidense. Poco después y cuando las repercusiones de la bulla no se habían extinguido ni mucho menos, Alan Sokal, junto al físico teórico belga Jean Bricmont, coescribió un libro titulado Imposturas intelectuales que, originalmente en francés, se publicó en muchos idiomas, entre ellos el catalán y el castellano, a partir de 1997. En este libro, Sokal y Bricmont, tomando algunos textos de Jacques Lacan − el que, según el veterano filósofo Mario Bunge, dio lugar al poco recomendable género del "charlacanismo" (2)−, Julia Kristeva, Bruno Latour, Jean Baudrillard, Gilles Deleuze, entre otros, mostraban la tendencia de estos autores postmodernos al abuso de algunos términos científicos sin poseer la más remota idea acerca de lo que estaban hablando o escribiendo. También confesaban los autores de Imposturas intelectuales su preocupación porque la moda postmoderna suponía un debilitamiento de la izquierda política que se dejaba influir por ella. Sokal y Bricmont, que siempre han tenido a Noam Chomsky en alta estima científica y política (3), citaban en Imposturas intelectuales al actualmente octogenario estadounidense en su apoyo:

"Los intelectuales de izquierdas participaron activamente en la vida animada de la cultura obrera. Algunos buscaron compensar el carácter de clase de las instituciones culturales con programas de educación obreros o mediante obras de divulgación —que conocieron un éxito muy grande— sobre matemáticas, ciencias y otros temas. Es hiriente constatar que hoy en día sus herederos de izquierdas a menudo privan a los trabajadores de estos instrumentos de emancipación, y nos informan que el 'proyecto de los Enciclopedistas' está muerto, que hemos de abandonar las 'ilusiones' de la ciencia y de la racionalidad. Será un mensaje que hará felices a los poderosos, satisfechos de monopolizar estos instrumentos para su propio uso." (4)

Han pasado aproximadamente 13 años desde la edición de Imposturas intelectuales. Ahora, con la publicación de Más allá de las imposturas intelectuales, Sokal, que también ha contado en algunas partes del libro con la colaboración de Jean Bricmont, aborda aspectos más amplios y ambiciosos que en la obra anterior. Más allá de las imposturas intelectuales es un libro mucho más largo que el primero (en la edición de Paidós tiene 576 páginas) y se adentra en campos como −además de los mencionados anteriormente: pseudociencias y postmodernismo− la religión y la ética. El resultado en mi opinión es, aunque en conjunto muy bueno, algo desigual. Creo, por ejemplo, que no era necesario en este libro volver a incluir el artículo de Social Text, si bien ahora está editado con nuevos comentarios. En cambio, el largo capítulo sobre "religión, política y supervivencia" me parece especialmente brillante. Y demoledor. Incluye una discusión con la idea defendida por el ya difunto Stephen Jay Gould sobre los "magisterios no superpuestos". Gould había querido defender con estas palabras la idea de que la ciencia trata cuestiones de hecho, y la religión, cuestiones de ética y significado. Sokal defiende de forma muy convincente que esta posición es insostenible.

Un libro que no abundará a buen seguro en las bibliotecas de postmodernos y partidarios de cualquier pseudociencia.

Notas: (1) Richard Dawkins, Evolución, Espasa, 2009, p. 22. (2) Hay una divertida discusión en Imposturas intelectuales acerca de la equiparación (metafórica, se supone) que hace Lacan entre ¡el pene y la √-1! Sí, raíz cuadrada de menos uno. Increíble, pero cierto. (3) Bricmont editó, junto con Julie Franck, un monumental libro de textos de y sobre Chomsky en 2007 que resulta imprescindible para toda aquella persona que quiera conocer con cierto detalle el pensamiento científico, social y político del veterano luchador: Chomsky, París, Éditions de l'Herne. (4) Para la impecable opinión de Chomsky sobre el postmodernismo, véase además del citado libro editado por Bricmont y Franck, Daniel Raventós, "Noam Chomsky sobre la revolución cognitiva, el postmodernismo, la libertad de expresión, la democracia y las guerras", Sin Permiso núm. 5.

El alma de las neuronas

La controversia entre filósofos y científicos sobre la naturaleza de la conciencia, el cerebro, la mente y el lenguaje

El alma de las neuronas SILVERIO SÁNCHEZ CORREDERA La naturaleza de la conciencia aborda la reciente historia de una polémica entre científicos y filósofos. El encargado de reunir las partes de la polémica (2003-2007) es Daniel Robinson (introducción y capítulo final), quien nos presenta, por una parte, al científico Maxwell Bennett (Sidney) y al filósofo Peter Hacker (Oxford) y, enfrentados a éstos, los filósofos Daniel Dennett (Tufts) y John Searle (Berkeley), que entran en la polémica suscitada por los dos primeros. De este modo, la obra reúne seis escritos de los cuatro polemistas: dos con los argumentos de la polémica (Bennett y Hacker), seguidos de otros dos con las refutaciones (Dennett y Searle) y rematados por los dos finales de réplica (Bennett y Hacker). ¿Puede haber más emoción?

La controversia mantenida por estos expertos en neurociencia podría plantarse así: ¿qué papel juega en las actuales investigaciones neurocientíficas el antiguo concepto de «alma», traducido muchas veces por «conciencia» e, incluso, por «cerebro»? La extraña sensación sobreviene cuando, a medida que se leen los distintos argumentos, cada una de las partes enfrentadas parece convincente, pero, entonces, ¿quién tiene razón?

Resumanos para que el lector de esta reseña pueda hacerse su propia composición de lugar. El científico M. Bennett y el filósofo P. Hacker se alían para publicar «Philosophical Foundations of Neuroscience» (2003), extensa obra crítica dedicada a denunciar al reciente movimiento de neurociencia cognitivista que caería en lo que llaman la «falacia mereológica», o, en román paladino, en atribuir caracteres del todo (la persona) a una de sus partes (el cerebro). De esta manera, una extendida moda neurocientífica habría empezado a hablar con total oscuridad e imprecisión, y a decir cosas como que el cerebro «ve», «plantea hipótesis», «extrae conclusiones» o que «desea» y «decide». Pero para Bennett y Hacker, el cerebro no es una entidad a la que se le puedan aplicar predicados psicológicos.

De la amplia caterva de expertos (Crick, Gazzaniga, Sperry, Young, Blakemore, Zeki, Marr, Edelman, Damasio, etcétera) contra la que se dirigen Bennett y Hacker, dos de ellos les salen al paso: Dennett y Searle. De forma individual, tan sólo unidos por el enemigo común, acusarán a los autores de «Philosophical Foundations of Neuroscience» de cortedad teórica y de estrechez de miras, y de que la frontera entre la ciencia y la filosofía no es tan rígida como ellos la pintan, porque es obvio que lo que intentan hacer es establecer analogías y proponer metáforas entre la actividad de la conciencia y la del cerebro, y, además, porque es posible que entre las operaciones de la conciencia y las del cerebro puedan encontrarse los esquemas lógicos que permitan traducir lo uno en lo otro.

Bennett y Hacker vuelven a la carga y aclaran que ese propósito está muy bien pero que lo que ellos denuncian es, precisamente, que el esquema psicológico pueda ser trasladado al neuronal, y que al forzar el lenguaje de esa manera sólo introducen confusión. ¿Quién tiene, pues, razón?

Para dar la razón a cualquiera de las partes, antes hemos de interpretar bien de dónde proceden exactamente los argumentos. Los cuatro autores tienen fuertes nexos con la filosofía analítica, pero Bennett y Hacker representan el ala más estricta del análisis filosófico heredero de Wittgenstein y de Ryle, alineados además con una visión muy neopositivista de la función de la ciencia, donde el papel de ésta consiste en establecer verdades empíricas, ayudada, eso sí, de la clarificación conceptual que puede prestarle la filosofía, pero sin que esta ayuda se convierta en intromisión. Enfrentados a esta estricta visión, Dennett y Searle prefieren una relación más permeable entre el quehacer filosófico y el científico, y entienden que la filosofía también trabaja en el plano de la verdad empírica y que la ciencia también establece determinados contornos conceptuales. Así pues: ¿quién tiene razón?

Nos acercaremos a ser jueces más justos si, además, consideramos que lo que une a los cuatro polemistas es la neurociencia pero que lo que los separa es el distinto ángulo en el que inciden en esta disciplina. El científico Bennett (y el filósofo Hacker que acude a ayudarle en el montaje conceptual) se sitúa en el estudio de la neurociencia que investiga los fenómenos en su escala neuronal, mientras que la perspectiva de Dennett y Searle, partiendo de los datos neuronales, se sitúa en el análisis de la conciencia. Así pues, una pregunta previa a resolver, sobre el trasfondo de las filosofías aristotélica y cartesiana a la que respectivamente parece que acuden unos y otros, ha de ser: ¿se mantiene algún tipo de espiritualismo?, ¿se defiende el fisicalismo?, ¿se parte de una ontología monista, dualista o pluralista? Una vez resuelto esto podríamos intentar distribuir las razones que asisten a unos y a otros.

lunes, 18 de enero de 2010

Memes peligrosos


Daniel Dennett es un filósofo estadounidense, y uno de los más destacados en el ámbito de las ciencias cognitivas, especialmente en el estudio de la inteligencia artificial y de la memética. También son preponderantes sus aportaciones acerca del significado actual del darwinismo. Dirige el Centro de Estudios Cognitivos de la Universidad de Tufts, donde es catedrático de filosofía. Esta charla fue dada en Monterey, California en febrero del 2002, en la conferencia anual de Tecnología, Entretenimiento y Diseño (TED).


lunes, 30 de noviembre de 2009

Filósofo Michael Onfray: “las religiones viven de la angustia y del miedo de los hombres”

Diferentes caminos han llevado a cientos de hombres y mujeres inteligentes por la opción no-religiosa. Grandes personajes fueron agnósticos como Thomas Henry Huxley, Charles Darwin, y Stephen Jay Gould, o ateos como Richard Dawkins, Carl Sagan, Steven Pinker. Un estudio llevado a cabo por Larson y Whitam en 1998 reveló que el 93% de los científicos más eminentes de los EEUU no creían en un Dios personal, y este resultado es muy similar en los científicos del Reino Unido, según otra investigación. A pesar de lo anterior en la mente de la mayoría de las gentes el adjetivo de ateo es relacionado negativamente.

Tras la publicación en 2007 de un artículo en el diario colombiano El Tiempo sobre la comunidad no creyente de Colombia (agrupada principalmente en el foro de Escépticos Colombia), se preguntó a los religiosos su opinión sobre este sector de la sociedad, a lo cual respondieron que “ellos mantenían ideas ya superadas en el siglo pasado”. Pero a pesar que los ateos son una minoría y que reciben el descrédito y el ataque de los bien financiados líderes religiosos, los ateos no son una especie social extinta. Cabe notar que la mayoría de los Premios Nobel de ciencia son ateos, al igual que la mayoría de la élite intelectual del mundo. Uno de estos intelectuales es el filósofo francés Michel Onfray.

El filósofo Michel Onfray empezó su vida de forma difícil. Nació en un hogar muy pobre, y a los diez años fue abandonado por su madre en un orfanato. A los 28 años sufrió un infarto, y más tarde dos derrames cerebrales. Onfray vive de forma sencilla y alegre. Tiene bloqueada su cuenta, para recibir solo lo que recibiría de jubilación un obrero agrícola. Ve que la vida debe llevarse de manera que pese más el ser que el tener.

Para Michel Onfray las religiones son únicamente instrumentos de dominación y de alienación. Afirma que los tres monoteísmos profesan el mismo odio a las mujeres, a la sexualidad y que detestan la libertad. Actualmente trabaja en la Universidad de Caen, Francia y es autor de 35 libros, de los cuales Tratado de ateología es uno de los más conocidos por el público hispano. A continuación se presenta un fragmento de la entrevista hecha por Luisa Corradini en Paris el 2007 para el diario argentino La Nación.

Usted afirma que no fue el orfanato lo que lo convenció de que Dios no existe porque a los diez años ya lo sabía. Sin embargo, suele decir también que los adultos que creen en Dios se equivocan. ¿Qué tenía usted a los diez años que un adulto -incluso analfabeto- no tenga a los cuarenta? ¿No es un poco pretencioso de su parte?

No veo por qué debería ser pretencioso o qué es lo que yo tendría de más. Yo no hablo en esos términos. Son los suyos y es su propio juicio de valor. Para ser claro: creí en Dios mientras creía en el Papá Noel. A partir de cierta edad, todo eso me pareció irracional, sin sentido. Eso no quiere decir que fuera un superhombre o un genio precoz. Probablemente solo se trate de temperamento, de carácter inadaptado a las fábulas.

Usted escribe “los monoteísmos detestan la inteligencia”. Pero entonces, ¿qué hacer con todos los genios de Occidente que practicaron alguna de las tres religiones del Libro?

Yo hablo de “monoteísmos” y no de “monoteístas”. El monoteísmo es una ideología que, en sus principios, detesta que la gente piense o reflexione y prefiere que obedezca y que se someta a la Ley, a la palabra de Dios y a sus Mandamientos. Que hay monoteístas inteligentes, no esperé su pregunta para saberlo. Y tampoco he dudado de la inteligencia de ciertos monoteístas cuando son inteligentes.

Dejemos a un lado la Iglesia como institución e incluso la Biblia. ¿Cómo sabe usted que, en verdad, Dios no existe? Podría perfectamente existir. ¿Cómo saberlo? ¿No cree que aceptar la duda sería una actitud más filosófica?

La duda no es filosófica, es metodológica y prepara el terreno a la solución filosófica. En otras palabras, se duda un momento en un movimiento que debe concluir en una certeza. Descartes solo utilizó la duda de esa forma. Conformarse con la duda es detenerse a mitad de camino. Además, la duda es una deshonestidad intelectual. Aquellos que reivindican la duda no tienen problemas en reivindicar la certeza de esa duda. La coherencia del escéptico debería llevarlo hasta a dejar de hablar. Un filósofo tiene la obligación de hacer llegar su pensamiento a algún lado. En todo caso, aquellos que afirman algo (por ejemplo, la existencia de Dios) son quienes deben demostrarlo. De lo contrario, bastaría con afirmar cualquier cosa (que los unicornios existen, por ejemplo), pedir a su interlocutor que pruebe que lo que uno dice es una necedad y, frente a su incapacidad para demostrarlo, concluir que lo que se está diciendo es verdad. De esa forma se podría afirmar que las mesas giran solas, que los platos voladores existen, que los horóscopos dicen la verdad.

Usted critica a “los hombres que se embriagan de ilusiones”. ¿Está mal? ¿Y si eso les permite ser menos infelices? Usted escribe: “El camino de la verdad filosófica es largo y difícil”. Pero hay muchísima gente que nunca tendrá la posibilidad de hacer ese camino. ¿Por qué negarles su propia forma de consuelo a aquellos que creen en algo superior?

Prefiero una verdad que duele a una mentira que calma. Pero cada uno puede preferir el opio de la ilusión a la realidad. Yo le reprocho a la ilusión enemistarnos con la única certeza que tenemos: la vida es aquí, aquí y ahora. Las religiones nos invitan a vivir en la expiación, con el pretexto de que vivir como si uno estuviera muerto aquí nos abrirá la vida eterna una vez muertos. Yo consagro gran parte de mi tiempo -sobre todo cuando creo universidades populares abiertas a todos-, a ofrecer una alternativa filosófica a la propuesta religiosa. Creo que es necesario popularizar la filosofía para reconciliar al hombre consigo mismo, con su cuerpo, su vida, los otros y el mundo, sin que tenga que pasar por todas esas ficciones religiosas.

Cuando un creyente piensa en el universo, imagina una suerte de más allá, donde pone a todos sus seres queridos, sus divinidades y sus ilusiones. Esa dimensión debe de ser imposible de borrar una vez adquirida. ¿Qué hay en la imaginación de un ateo total?

Un mundo exactamente igual de vasto. ¡Qué extraña idea tiene usted del ateo! ¿Lo cree incapaz de imaginación? ¿De vida espiritual? ¡Es curioso que piense en el ateo como una especie de idiota de cerebro limitado, con escasas posibilidades estéticas, emocionales, afectivas y espirituales!

En todo caso, tengo la impresión de que la desaparición de lo sagrado no es inminente. ¿Cree usted en una humanidad sin religión?

Siempre habrá religiones, porque las religiones viven de la angustia y del miedo de los hombres, y porque estamos lejos de haber terminado con los temores existenciales. El ateo está condenado a militar por una causa perdida. Pero poco importa que esté perdida, si es una causa justa. Lo irracional, lo irrazonable, la ilusión, las ficciones disponen de un futuro grandioso, pues el mundo liberal que se prepara en nuestro planeta odia la cultura, que hace retroceder a los mitos, entre ellos, la religión.

Usted escribe: “La autoridad me resulta insoportable; la dependencia, invivible. Las órdenes, invitaciones, pedidos, propuestas, consejos me paralizan”. ¿Cómo hace para organizar su relación con los demás, sobre todo con sus allegados?

Desde los 17 años, (cuando dejé mi familia para vivir sin ayuda alguna) construí mi vida a fin de tener que obedecer -¡y mandar!- lo menos posible. No me pida detalles porque tendríamos que consagrar la entrevista a esta cuestión. Digamos que es necesario evitar el matrimonio y los hijos, los honores, la riqueza y las situaciones de poder. Soy soltero, sin hijos, me importan un bledo las condecoraciones, los puestos honoríficos en instituciones universitarias. Vivo muy bien con o sin dinero, porque el dinero nunca fue una obsesión en mi vida, no soy representante de esto ni de aquello. Trato de no deberle nada a nadie. Vivo de mi pluma, y mis lectores, comprando mis libros, hacen posible esta situación social magnífica, casi una vida de rey.

Usted se declara a favor de un hedonismo del ser y no del tener. ¿Me puede explicar?

Es muy difícil en dos palabras. Digamos que todas las cosas que tienen que ver con la posesión (dinero, situación social, riquezas, propiedades, bienes habituales de la sociedad de consumo) no son un fin en sí mismas. Por el contrario, lo que depende del ser (libertad, amistad, amor, afección, dulzura, serenidad, paz consigo mismo, los otros y el mundo) constituye el ideal de sabiduría hacia el que hay que tender. Disfrutar de una cosa no presenta demasiado interés, disfrutar de un momento de sabiduría es uno de los grandes instantes de la vida.

¿Y cuál es la diferencia entre ese hedonismo y el estoicismo?

La oposición entre ambas escuelas suele ser una cuestión de universitarios. Hay que leer las Cartas a Lucilio de Séneca, el estoico. Allí hay cantidad de argumentos epicúreos. En mi libro Contra-historia de la filosofía explico cómo esta oposición entre dos sensibilidades filosóficas fueron instrumentalizadas por Cicerón con fines políticos: era necesario desacreditar a los candidatos epicúreos al Senado, y Cicerón, el estoico, los estigmatizó como voluptuosos e incapaces de ocuparse de la cosa pública. Después, el cristianismo se apoderó de esos argumentos que perduran hasta hoy.

Usted es un filósofo decididamente orientado hacia la modernidad. ¿Qué lugar reserva en su reflexión al psicoanálisis y a las neurociencias? ¿No cree que esta última está terminando con Freud?

Tengo el proyecto de escribir un libro sobre el psicoanálisis que evitará dar poderes absolutos tanto a Freud como a las neurociencias. Rehabilitaré el psicoanálisis como un chamanismo posmoderno, precisando que el cuerpo no es una cuestión de inconsciente psíquico, sino de inconsciente neurovegetativo.

¿Está usted satisfecho de su vida? Quizás sea ridículo preguntarle a un filósofo si es feliz, pero…

¡Pero yo soy absolutamente feliz! De lo contrario dejaría de escribir lo que escribo, de enseñar lo que enseño y de dar las conferencias que doy por el mundo. A menos que fuese un estafador. Y yo sé que en filosofía también existen los estafadores.

Comentarios introductorios por Ferney Rodríguez
Entrevista de Luisa Corradini

martes, 13 de octubre de 2009

Roger Penrose dice que la física está equivocada, desde las cuerdas a la mecánica cuántica

Uno de los mayores pensadores de la física dice que el cerebro humano – y el propio universo – debe ser una función de acuerdo con una teoría que aún no hemos descubierto.

Roger Penrose podría fácilmente ser justificado por tener un gran ego. Un teórico cuyo nombre siempre estará vinculado a gigantes como Hawking y Einstein, Penrose ha realizado contribuciones fundamentales a la física, matemática y geometría. Reinterpretó la Relatividad General para demostrar que los agujeros negros pueden formarse a partir de estrellas moribundas. Inventó la teoría de twistores — una novedosa forma de mirar a la estructura del espacio-tiempo — y también nos llevó a una comprensión más profunda de la naturaleza de la gravedad. Descubrió una notable familia de formas geométricas a las que se ha dado el nombre de Teselación de Penrose. Incluso destacó como investigador del cerebro, apareciendo con una provocadora teoría sobre que la consciencia surge a partir de procesos mecánico-cuánticos. Y escribió una serie de libros increíblemente legibles sobre ciencia que se convirtieron en éxitos de ventas.

Y Penrose, de 78 años — ahora profesor emérito en el Instituto Matemático de la Universidad de Oxford— aún parece vivir la vida de un humilde investigador que apenas empieza su carrera. Su pequeña oficina está abarrotada con las pertenencias de los otros seis profesores con los que la comparte, y al final de cada día puedes encontrarlo corriendo para ir a recoger a su hijo de 9 años de la escuela. Con la curiosidad de un hombre que aún trata de hacerse un nombre por sí mismo, se devana los sesos en cuestiones fundamentales de amplia repercusión: ¿Cómo empezó el universo? ¿Existen dimensiones superiores del espacio y el tiempo? ¿La principal teoría en la física teórica actual, la Teoría de Cuerdas, realmente tiene sentido?

Debido a que pasado una vida inmerso en complejos cálculos, no obstante, Penrose tiene un poco más de perspectiva que la media de científicos que empiezan. Para lograr llegar al final de todo, los físicos deben forzarse a forcejear con el mayor misterio de todos: la relación entre las reglas que gobiernan las partículas fundamentales y las reglas que gobiernan las cosas grandes – como nosotros – que esas partículas conforman.En su reunión privada con la editora de DISCOVER Susan Kruglinksi, Penrose no se acobardó al cuestionar las piedras angulares de la física moderna, incluyendo la Teoría de Cuerdas y la Mecánica Cuántica. Los físicos nunca llegarán a abrazar las grandes teorías del universo, sostiene Penrose, hasta que no superen las cegadoras distracciones de las teorías a medio cocinar de hoy para llegar a la capa más profunda de la realidad en la que vivimos.

Usted procede de una colorida familia de gente que ha logrado grandes éxitos, ¿no es así?

Mi hermano mayor es un distinguido físico teórico, miembro de la Royal Society. Mi hermano menor terminó siendo 10 veces campeón británico de ajedrez. Mi padre procedia de una familia de cuáqueros. Su padre era artista profesional que hacía retratos — muy tradicional, muchos temas religiosos. La familia era muy estricta. Creo que ni siquiera se nos permitía leer novelas, ciertamente no en domingo. Mi padre tenía otros tres hermanos, todos los cuales fueron muy buenos artistas. Uno de ellos se hizo muy famoso en el mundo del arte, Sir Roland. Fue co-fundador del Instituto de Arte Contemporáneo en Londres. Mi padre fue genetista humano reconocido por demostrar que las madres mayores tienden a tener más niños con Síndrome de Down, pero tenía una gran cantidad de intereses científicos.

¿Cómo influyó su padre en su pensamiento?

Lo importante sobre mi padre era que no había límites entre su trabajo y lo que hacía para divertirse. Eso me caló. Hacía puzles y juguetes para sus hijos y nietos. Solía tener una pequeña cabaña en la parte de atrás donde cortaba cosas de madera con su pequeña sierra de pedal. Recuerdo que una vez hizo una regla de cálculo con 12 regletas distintas, y varios caracteres que podíamos combinar de formas complejas. Más adelante pasó mucho tiempo haciendo modelos de madera que se reproducían a sí mismos — lo que la gente ahora conoce como vida artificial. Eran dispositivos simples que cuando se unían, provocaban que otros trozos se unieran entre sí de la misma forma. Se sentaba en su cabaña y cortaba estas cosas de madera en grandes números, enormes.

Entonces supongo que su padre le ayudó a encender la chispa del descubrimiento de las Teselas de Penrose, repitiendo formas que encajan entre sí para formar una superficie sólida con simetría pentagonal.

Fue estúpido, en cierta forma. Recuerdo que le preguntaba — tenía unos nueve años — sobre si se podían encajar hexágonos regulares y hacer que fuesen redondos como una esfera. Y dijo, “No, no, no puedes hacer eso, pero puedes hacerlo con pentágonos”, lo cual me sorprendio. Me mostró cómo hacer un poliedro, y empecé ahí.

¿Las Teselas de Penrose son útiles o sólo hermosas?

Mi interés en las teselas tiene que ver con la idea de un universo controlado por fuerzas muy simples, incluso aunque vemos complicaciones por todos sitios. Las baldosas siguen reglas convecionales para hacer patrones complejos. Era un intento de ver cómo lo complejo podía ser satisfecho mediante reglas simples que reflejasen lo que vemos en el mundo.

El artista M. C. Escher estuvo influenciado por sus invenciones geométricas. ¿Cuál fue la historia?

En mi segundo año como estudiante graduado en Cambridge, asistí al Congreso Internacional de Matemáticas en Amsterdam. Recuerdo que vi a uno de los ponentes allí que conocía bastante bien, y tenía este catálogo. En la portada del mismo estaba el dibujo de Escher Day and Night (Día y Noche), uno con pájaros en direcciones opuestas. La escena es nocturna en un lado y diurna en otro. Recuerdo haber quedado intrigado por esto, y le pregunté dónde lo había conseguido. Me dijo: “Oh, bueno, hay una exhibición en la que podrías estar interesado de un artista llamado Escher”. Por lo que fui y quedé absorbido por estas extrañas y maravillosas cosas que nunca antes había visto. Decidí intentar dibujar algunas escenas imposibles por mí mismo y llegué a eso que se conoce como tri-barra. Es un triángulo que parece un objeto tridimensional, pero en realidad es imposible que lo sea. Se lo mostré a mi padre y él ideó algunos edificios y cosas imposibles. Entonces publicamos un artículo en British Journal of Psychology sobre todo esto y dimos las gracias a Escher.

¿Escher vio el artículo y se inspiró en él?

Usó dos cosas del artículo. Una fue la tri-barra, usada en su litografía Waterfall (Catarata). Otra fue la escalera imposible, en la cual había trabajado y diseñado mi padre. Escher lo usó en Ascending and Descending (Subiendo y Bajando), con monjes andando por las escaleras. Me encontré con Escher en una ocasión, y le di algunas teselas que harían un patrón repetitivo, pero no hasta que encajases 12 de ellas. Lo hizo, y me escribió para preguntarme cómo lo había hecho — ¿en qué estaba basado? Entonces le mostré un tipo de forma de pájaro que hacía esto, y lo incorporó en lo que creo que es la última obra que generó, llamada Ghosts (Fantasmas).

¿Es cierto que no se le daban bien las matemáticas de niño?

Era increíblemente lento. Viví en Canadá durante un tiempo, unos seis años, durante la guerra. Cuando tenía 8 años, sentados en clase, teníamos que hacer cálculos aritméticos mentales muy rápidamente, o lo que a mi me parecía muy rápido. Siempre me perdía. Y el profesor, a quien no le gustaba mucho, me bajó un curso. Hubo otro profesor bastante más intuitivo que decidió, después de que hubiese hecho horriblemente una de estas pruebas, que me pondría pruebas sin límite de tiempo. Puedes tomarte todo el tiempo que necesites. Todos tenemos el mismo examen. Se me permitió tomarme toda la siguiente hora de clase para seguir, la cual era una clase de juegos. Todo el mundo estaba siempre fuera divirtiéndose, y yo sufría para hacer esas pruebas. E incluso a veces me extendía hasta la hora siguiente. Por lo que era al menos el doble de lento que cualquier otro. Finalmente logré hacerlo bastante bien. Ya ves, si pudiera hacerlo de esa forma, obtendría notas altas.

Ha dicho que las implicaciones de la física cuántica en el mundo real son insensateces. ¿Cuál es su objeción?

La mecánica cuántica es una teoría increíble que explica todo tipo de cosas que no podían explicarse antes, empezando con la estabilidad de los átomos. Pero cuando aceptas la extrañeza de la mecánica cuántica [en el macro mundo], tienes que apartarte de la idea de espacio-tiempo que conocemos por Einstein. La mayor extrañeza aquí es que no tiene sentido. Si sigues las reglas, llegas a algo que simplemente no es correcto.

En la mecánica cuántica un objeto puede estar en varios estados a la vez, lo que suena alocado. La descripción cuántica del mundo parece completamente contraria al mundo que experimentamos.

No tiene ningún sentido, y hay una razón simple. Como ya sabe, las matemáticas de la mecánica cuántica tienen dos partes. Una es la evolución de un sistema cuántico, el cual se describe con una precisión extrema en la ecuación de Schrödinger. Esta ecuación te dice esto: Si conoces el estado en el que está ahora el sistema, puedes calcular lo que estará haciendo en los próximos 10 minutos. No obstante, hay una segunda parte de la mecánica cuántica — lo que sucede cuando quieres hacer una medida. En lugar de obtener una única respuesta, usas la ecuación para calcular las probabilidades de lograr una cierta salida. Los resultados no dicen: “Esto es lo que el mundo está haciendo”. En lugar de eso, simplemente describen la probabilidad de hacer alguna cosa. La ecuación debería describir el mundo de una forma totalmente determinista, pero no lo hace.

Erwin Schrödinger, el creador de la ecuación, era considerado un genio. Seguramente apreció tal conflicto.

Schrödinger era tan consciente de esto como cualquier otro. Habla sobre su hipotético gato y dice, más o menos: “Bien, si crees en lo que dice mi ecuación, debes creer que este gato está vivo y muerto a la vez”. Comenta que: “Esto obviamente es absurdo, debido a que no existe algo similar. Por tanto, mi ecuación no puede ser cierta para un gato. Entonces debe haber algún otro factor implicado”.

Entonces, ¿el propio Schrödinger nunca creyó que la analogía del gato reflejase la naturaleza de la realidad?

Oh sí, creo que estaba señalando eso. Lo que quiero decir es, fíjate en las tres mayores figuras de la mecánica cuántica, Schrödinger, Einstein, y Paul Dirac. Todos fueron escépticos cuánticos en cierto sentido. Dirac es el que la gente encuentra más sorprendente, debido a que configuró todas las bases, el marco de trabajo general de la mecánica cuántica. La gente piensa de él que era partidario, pero siempre fue muy cauteloso en lo que decía. Cuando se le preguntó: “¿Cuál es la respuesta al problema de la medida?”, su respuesta fue, “La mecánica cuántica es una teoría provisional. ¿Por qué debería buscar una respuesta en la mecánica cuántica?” No creía que fuese cierta. Pero tampoco lo dijo muy alto.

Aún así la analogía del gato de Schrödinger siempre está presente como una extraña realidad que debemos aceptar. ¿No dirige este concepto muchas de las ideas actuales sobre física teórica?

Es cierto. La gente no quiere cambiar la ecuación de Schrödinger, llevándoles a lo que se conoce como la interpretación de “muchos mundos” de la mecánica cuántica.

¿Esta interpretación dice que todas las probabilidades se cumplen en algún universo paralelo?

Dice, vale, el gato está de alguna forma vivo y muerto a la vez. Para mirar al gato, debes llegar a una superposición [dos estados a la vez] de ver al gato vivo y muerto. Por supuesto, no experimentamos eso, por lo que los físicos tienen que decir, bueno, de alguna forma tu consciencia toma un camino u otro sin que tú lo sepas. Te lleva a un punto de visto completamente loco. Te lleva a esto de los “muchos mundos”, que no tiene relación con lo que en realidad percibimos.

La idea de universos paralelos – muchos mundos – es una idea muy centrada en los humanos, como si todo tuviese que comprenderse desde la perspectiva de lo que podemos detectar con nuestros cinco sentidos.

El problema es, ¿qué puedes hacer con eso? Nada. Quieres una teoría física que describa el mundo que ves a tu alrededor. Eso es lo que siempre ha sido la física: Explica el mundo que vemos, y cómo y por qué es así. La mecánica cuántica de muchos mundos no hace eso. Puedes aceptarla y tratar de darle sentido, que es lo que hace mucho gente o, como yo, decir no — eso está más allá de los límties de lo que la mecánica cuántica puede decirnos. Lo cual es, sorprendentemente, una posición muy poco común. Mi propia idea es que la mecánica cuántica no es exactamente correcta, y pienso que hay muchas pruebas de ello. Simplemente no hay pruebas experimentales directas dentro del ámbito de los experimentos actuales.

En general, las ideas de la física teórica parecen ser cada vez más fantásticas. Pongamos la Teoría de Cuerdas. Todo eso sobre las 11 dimensiones o que nuestro universo existe en una membrana gigante parece surrealista.

Está absolutamente en lo cierto. Y, en cierto sentido, culpo a la mecánica cuántica, debido a que la gente dice: “Bueno, la mecánica cuántica es tan poco intuitiva; si crees en eso, puedes creer en otra cosa poco intuitiva”. Pero, como sabe, la mecánica cuántica tiene un gran apoyo experimental, por lo que tienes que aceptar una gran parte de ella. Por otra parte, la Teoría de Cuerdas no tiene apoyo experimental.

Entiendo que se extiende sobre esta crítica a la mecánica cuántica en su nuevo libro.

El libro se llama Fashion, Faith and Fantasy in the New Physics of the Universe (Moda, fe y fantasía en la nueva física del universo). Cada una de estas palabras se aplica a una idea principal de la física teórica. La moda es la Teoría de Cuerdas; la fantasía tiene que ver con distintos esquemas cosmológicos, principalmente la cosmología inflacionaria [la cual sugiere que el universo se infló exponencialmente en una pequeña fracción de segundo tras el Big Bang]. Estas cosas son temas importantes. Es casi un sacrilegio atacarlas. Y la otra, incluso más sacrílega, es la mecánica cuántica a todos los niveles — por lo que aquí está la fe. La gente de alguna forma tiene la opinión de que no puedes cuestionarla.

Hace pocos años usted sugirió que la gravedad es lo que separa al mundo clásico del cuántico. ¿Hay suficiente gente poniendo a la mecánica cuántica bajo este tipo de pruebas?

No, aunque es alentador que haya gente trabajando en ello. Se suele pensar como un tipo de actividad extrema y excéntrica que la gente suele hacer cuando son viejos y jubilados. Bien, ¡yo soy viejo y jubilado! Pero esto no se considera como una actividad central y de la corriente popular, lo cual es una pena.

Tras Newton, y de nuevo tras Einstein, cambió la forma en que la gente pensaba sobre el mundo. ¿Cuando se resuelva el misterio de la mecánica cuántica, habrá otra revolución del pensamiento?

Es difícil hacer predicciones. Ernest Rutherford dijo que su modelo del átomo [que llevó a los físicos nucleares a la bomba atómica] nunca serviría para nada. Pero sí, estoy bastante seguro de que tendrá una enorme influencia. Hay cosas como el uso de la mecánica cuántica en la biología. Finalmente hará una gran diferencia, probablemente en todo tipo de formas inimaginables.

En su libro The Emperor’s New Mind (La nueva mente del emperador), propone que la consciencia emerge a partir de acciones físicas cuánticas dentro de las células del cerebro. Dos décadas más tarde, ¿sigue manteniendo eso?

En mi visión la consciencia del cerebro no actúa de acuerdo con la física clásica. Ni siquiera actúa de acuerdo a la mecánica cuántica convencional. Actúa de acuerdo con una teoría que aún no tenemos. Esto es un poco pretencioso, pero creo que es como el descubrimiento de William Harvey de la circulación de la sangre. Supo que tenían que circular, pero las venas y arterias van desapareciendo, por lo que ¿cómo podría pasar la sangre de unas a otras? Así que dijo: “Bueno, debe haber unos tubos diminutos allí, y no podemos verlos, pero deben estar”. Nadie le creyó durante un tiempo. Por lo que aún espero encontrar algo como eso – alguna estructura que mantenga la coherencia, porque creo que debe estar allí.

Cuando los físicos comprendan finalmente el núcleo de la física cuántica, ¿Cómo cree que será?

Creo que será precioso.

jueves, 9 de julio de 2009

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Un recuento accesible y ameno del lugar que ocupan hombres y mujeres en un universo a la vez material, vital-sexual, mental y espiritual. Con una lucidez fascinante, Wilber echa por tierra un sinfín de tópicos anclados en visiones parciales del ser humano. Al contrario, lo que él propone es una visión completa de la “transformación global” hasta que el Espíritu sea consciente de Sí mismo.

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