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martes, 28 de diciembre de 2010

El Papel de los Genes en la Reacción al Alcohol

15 de Diciembre de 2010. Foto: BNLMuchos estudios han sugerido que las diferencias genéticas hacen a algunas personas más propensas a los efectos adictivos del alcohol y de otras drogas. Ahora, un equipo de científicos aporta las primeras evidencias experimentales que apoyan directamente esta idea, en un estudio con ratones.
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En el estudio llevado a cabo en el Laboratorio Nacional de Brookhaven, Estados Unidos, el equipo de Panayotis (Peter) Thanos comparó la respuesta del cerebro al consumo prolongado de alcohol, en dos variantes genéticas de ratones.

Una cepa de ratones carecía del gen para un receptor cerebral específico conocido como dopamina D2, el cual responde a la dopamina para generar sensaciones de placer y recompensa.

La otra cepa era genéticamente normal.
Información adicional en:Los investigadores escogieron para sus experimentos el citado receptor debido a que numerosos estudios previos en el Laboratorio Nacional de Brookhaven y en otras instituciones sugieren que la inoperancia o un bajo nivel de actividad de ese receptor en las personas tiende a hacerlas menos capaces de experimentar sensaciones placenteras cotidianas, y más proclives a caer en el alcoholismo, las drogas y hasta la obesidad, básicamente por necesitar una cantidad mayor de esas sustancias y de comida para sentir el mismo placer o sensación de saciedad que la gente normal siente con menos comida o menos alcohol, y sin tener que recurrir a las drogas.

En los ratones que carecían del receptor de dopamina (pero no en la cepa genéticamente normal) el consumo prolongado de alcohol resultó en cambios bioquímicos significativos en áreas del cerebro bien conocidas por estar involucradas en el alcoholismo y la adicción.

Este estudio muestra que los efectos del consumo crónico de alcohol sobre la química del cerebro están influenciados de manera crítica por la composición genética previa del individuo.

Los resultados de esta investigación pueden ayudar a explicar cómo el perfil genético de alguien puede interactuar con agentes externos (en este caso el consumo crónico de alcohol) para producir estos cambios sólo en algunos sujetos, y no en otros con un perfil genético menos vulnerable. El estudio respalda la idea de que los adecuados análisis genéticos a una persona podrían ponerla sobre aviso de su grado de riesgo genético ante el alcohol, lo que podría llevarla a adoptar una adecuada actitud preventiva.



jueves, 29 de abril de 2010

MECANISMOS COMUNES PARA LA DROGADICCION Y EL HABITO DE COMER EN EXCESO

Según una nueva investigación, algunos de los mismos mecanismos cerebrales que incentivan la drogadicción en los humanos acompañan la aparición de conductas de alimentación compulsivas y el desarrollo de obesidad en los animales.

El estudio ha sido llevado a cabo por un equipo de expertos en el Instituto Scripps de Investigación.

Cuando los investigadores proporcionaron a unas ratas el acceso a niveles variables de comida rica en grasas, constataron que la disponibilidad sin restricción de esa clase de alimentos ya puede provocar por sí misma en el cerebro respuestas parecidas a las de la adicción, conduciendo a conductas de alimentación compulsivas y a la aparición de la obesidad.

La drogadicción y la obesidad son dos de los problemas de salud más desafiantes en países como por ejemplo Estados Unidos. Esta investigación permite comenzar a aplicar el conocimiento que los científicos han adquirido sobre la drogadicción al estudio de la obesidad y del consumo excesivo de comida.

La obesidad y la drogadicción han sido vinculadas a una disfunción en el sistema cerebral de recompensa. En ambos casos, el consumo reiterado puede provocar, con el transcurso del tiempo, un aumento gradual del umbral de recompensa, es decir requerir una mayor cantidad de comida sabrosa y rica en grasas, o una dosis mayor de droga, para obtener la misma satisfacción que al principio se lograba con cantidades menores de comida o droga.

Los investigadores llevaron a cabo este estudio en tres grupos de ratas macho durante un período de 40 días.

Los resultados apoyan la idea de que los receptores cerebrales de dopamina tipo 2 (D2DR), de los que se ha mostrado que intervienen de manera decisiva en la adicción, también desempeñan un papel clave en la mayor apetencia de las ratas por la comida sabrosa y rica en grasas. De hecho, a medida que las ratas se volvían obesas, los niveles de D2DR en el circuito cerebral de recompensa disminuían. Este descenso de D2DR es similar al visto previamente en humanos adictos a drogas como la cocaína o la heroína.

Tal como señala Paul J. Kenny, uno de los autores del estudio, los resultados de éste podrían proporcionar datos sobre un aspecto de la obesidad que hasta ahora no se había tenido muy en cuenta. Es posible que las medicinas desarrolladas para tratar la drogadicción también puedan beneficiar a las personas que habitualmente comen en exceso.

Los resultados del estudio también sugieren que factores externos, como un acceso mayor o ilimitado a alimentos ricos en grasas, pueden contribuir al problema de la obesidad. Al respecto, Paul Johnson, coautor del estudio, subraya que la mera disponibilidad de comida rica en grasa puede provocar el sobreconsumo y la obesidad.

Scitech News

lunes, 15 de febrero de 2010

El amor, una droga poderosa y altamente adictiva



Si bien es cierto que para explicar el amor, deben tomarse en cuenta factores culturales y sociales, la neurociencia ha logrado establecer el mecanismo de la "borrachera bioquímica" que causa el enamoramiento. Sin pretender dejar de lado a todas las otras ciencias que explican el amor como una emoción, la neurociencia ha indagado desde hace dos décadas en las correlaciones que existen entre los niveles de algunas sustancias químicas naturales, con sentimientos como el enamoramiento o el desamor.

La gente tiende a enamorarse de alguien que está a su alrededor, alguien próximo, pero especialmente nos enamoramos de personas que nos resultan desconocidas o misteriosas.

La antropóloga e investigadora norteamericana Helen Fisher, lleva más de 30 años estudiando la atracción interpersonal romántica. Hoy en día se le considera la experta más versada en el tema del amor, desde el punto de vista de la neurobiología. "Todo es química, cada vez que producimos un pensamiento, una motivación o una emoción siempre se trata de química", enfatiza Fisher, quien también es profesora de la Universidad de Rutgers (Estados Unidos).

Con base en sus investigaciones, Fihsher considera que el proceso de enamoramiento se detona de manera distinta en hombres y mujeres. De hecho, las técnicas más avanzadas de neuroimagen han permitido examinar a detalle los cerebros de ambos géneros para establecer las diferencias. "Hombres y mujeres son igualmente apasionados, pero los hombres presentan mayor actividad cerebral en una zona relacionada con los estímulos sexuales visuales. Eso determina que los hombres vean pornografía y las mujeres, en cambio, empleen su tiempo arreglándose para agradar" explica la científica.

En el proceso de enamoramiento, los varones emplean la vista para encontrar pareja, porque desde la parte más primitiva de su cerebro, reciben un llamado para detectar a la mujer que le provea de los hijos más sanos. Las mujeres, en cambio, muestran actividad en tres zonas cerebrales relacionadas con la memoria y la rememoración, no sólo con la capacidad de recordar. "Esto se explica porque durante muchos siglos, las mujeres no podían basarse en la observación constante, sino en la retención de información. Por eso las mujeres recuerdan las promesas de los hombres y esperan que se cumplan. Se trata de un mecanismo de adaptación que las mujeres han poseído durante 4 millones de años para conseguir al hombre adecuado", señala Fisher.

El coctel del amor

Paralelamente, se incrementa la producción de norepinefrina (noradrenalina), que nos hace posible recordar toda clase de detalles ante lo que nos resulta novedoso.

El primer encuentro ocurre y muchas veces de manera completamente inesperada. De entre todas las personas que están a nuestro alrededor, centramos nuestra mirada en una que nos llama particularmente la atención, y en ocasiones sin dejarnos influir por los estándares de belleza o por el estatus. "La gente tiende a enamorarse de alguien que está a su alrededor, alguien próximo, pero especialmente nos enamoramos de personas que nos resultan desconocidas o misteriosas", explica Helen Fisher.

Comenzamos a sentirnos entonces interesados por esa persona especial, pero sin darnos cuenta, en nuestro cerebro se desata una intensa actividad en una región muy específica llamada área ventral tegmental, que es donde se origina la dopamina, el estimulante natural que produce sensaciones de plenitud, euforia y hasta cambios de humor. De repente, esa persona se convierte en el centro de nuestro mundo, y es precisamente porque desde hace millones de años, la dopamina es un estimulante que nos permite focalizar nuestra atención en los estímulos novedosos.

Paralelamente, se incrementa la producción de norepinefrina (noradrenalina), que nos hace posible recordar toda clase de detalles ante lo que nos resulta novedoso. El cerebro libera también otra sustancia en estado de enamoramiento: la feniletilamina. Esta última actúa sobre el sistema límbico y provoca las sensaciones y sentimientos comunes en el enamoramiento. La feniletilamina se puede encontrar en alimentos como el chocolate (¿será por eso que se regalan chocolates en señal de amor?), pero también es cierto que con leves modificaciones químicas, esta sustancia puede transformarse en anfetaminas o antidepresivos.

Por si fuera poco, durante el estado de enamoramiento los niveles de serotonina disminuyen, favoreciendo el pensamiento obsesivo. Esta sofisticada combinación de sustancias naturales está directamente relacionada con el llamado "Sistema de Recompensa del Cerebro", el cual impulsa a los humanos desde tiempos ancestrales a encontrar objetivos y tratar de conseguirlos.

En este caso, el enamorado focaliza toda su atención en la recompensa más grande de su vida: una pareja que transmita su ADN para toda la vida. Si este complejo mecanismo llega a desencadenarse, es muy poco probable que seamos capaces de contrarrestarlo.

De la misma manera que ocurre con todas las drogas, los enervantes del amor hacen que la adición se incremente hasta tornarse prácticamente incontrolable. Este dopaje nos puede conducir frecuentemente a la obsesión, compulsión, distorsión de la realidad, dependencia emocional, dependencia física y cambios de personalidad, que al final nos llevarían a pronuncia aquella peligrosa frase de "no puedo vivir sin ti".

El amor no correspondido

La radical disminución de las sustancias provocará una depresión, pero debemos asumirlo como un mecanismo catártico mediante el cual nuestro cuerpo nos da la oportunidad de comenzar desde cero

Por cierto, todas las adicciones importantes están asociadas con niveles altos de dopamina. Estudios del cerebro han corroborado que las regiones del cerebro que se activan al consumir cocaína, opiáceos y otras drogas, son las mismas que se activan en el cerebro enamorado. Sin embargo, el amor es una poderosa droga adictiva que provoca una feliz dependencia si eres correspondido, o una ansiedad triste, dolorosa y destructiva cuando te toca ser rechazado.

En este último caso, existe siempre un intento final y desesperado por conseguir ese amor imposible, ya que la dopamina es la sustancia asociada con la motivación y la modificación de nuestras conductas para alcanzar un objetivo en concreto, por difícil que este sea. Entonces surge un efecto conocido como "Romeo y Julieta", y ocurre cuando la dopamina aumenta a medida que percibimos mayor adversidad para obtener el amor de la persona que nos rechaza.

Es por esa razón que los "enfermos de amor" reciben la misma clase de tratamiento que los adictos a otras drogas, y se les recomienda simplemente "cortar de tajo". Es decir, evitar los lugares que se solían frecuentar, las canciones que se escuchaban en ese periodo y en general, evitar todo aquello que nos haga desear estar con ese amante egoísta.

Siempre se ha dicho que "del odio al amor hay un paso" y cuando menos químicamente, esto es bastante cierto. Las mismas sustancias que detonan el amor desencadenan el odio. Es sólo un juego de combinaciones químicas donde los límites son muy frágiles. Ese amor que hasta hace pocos días provocaba enorme euforia, se transforma en desprecio y resentimiento, como parte de una reacción neuroquímica de defensa.

Sin embargo, el cuerpo humano está también preparado para enfrentar el desamor, ya que no puede permitirse un desgaste energético tan alto. Así que al final, el amante rechazado se rendirá. Seguramente, la radical disminución de las sustancias provocará una depresión, pero debemos asumirlo como un mecanismo catártico benéfico, mediante el cual nuestro cuerpo nos da la oportunidad de comenzar otra vez, desde cero. (Incluye información del programa "Redes" de Eduardo Punset)

lunes, 25 de enero de 2010

"La adicción es una enfermedad cerebral; no hay más misterios"

El alcohol es una sustancia normalizada, de uso común. Para el 85-90% de la población su consumo no encierra mayores consecuencias, pero para un porcentaje que ronda el 10-15% entrar en contacto con él determina el desarrollo de una conducta adictiva. La misma pauta, explica Miguel Casas Brugué, rige cada una de las drogodependencias.

Catedrático de Psiquiatría de la Autónoma de Barcelona y jefe del servicio de Psiquiatría del hospital Vall d´Hebrón, Miguel Casas forma parte de la escuela biologicista, que aplica las neurociencias y sostiene que "no es drogodependiente aquel que quiere, sino aquel al que por desgracia le toca serlo; aquel que tiene una vulnerabilidad que hace que al entrar en contacto con esa sustancia se desate la adicción".

La perspectiva cambia, el enfoque da la vuelta, y consigue explicar que después de 30 años combatiendo el fenómeno de la drogadicción los resultados hayan sido pobres. "La drogodependencia -mantiene Miguel Casas Brugué- es una enfermedad como otra cualquiera, que en vez de expresarse haciendo comas hipoglucémicos como la diabetes se manifiesta con trastornos de conducta. Pero es una enfermedad cerebral, sin más misterios".

Y es ahora, añade, cuando las estadísticas empiezan a cuadrar. "La distribución de las conductas adictivas es igual en todas las capas sociales, como en todas las enfermedades mentales. Entonces, tienes que pensar que no es un problema de ambiente, ni de desestructuración familiar, ni de paro laboral... es un problema del cerebro, del órgano que recibe la droga y que encierra esa vulnerabilidad individual", explica Casas, censurando la carga de culpabilidad que durante décadas se ha colocado sobre los hombros de las familias afectadas.

El paso siguiente, indica, es identificar esos factores de vulnerabilidad que definen a ese 10-15% de la población susceptible de caer en la adicción. Dos de ellos, el trastorno por déficit de atención (TDAH) y el trastorno límite de personalidad (TLP) centraron ayer la conferencia con la que Casas Brugué inauguró en el Pazo de Fonseca de la Universidade de Santiago la programación del XX aniversario de Proxecto Home en Galicia.

El catedrático consideró que la unión de drogodependencias y salud mental -ya emprendida por la sanidad pública en Galicia- es la única vía de trabajo. Sólo teniendo en cuenta el peso de estos factores (entre ellos el TDAH y el TLP) se puede abordar el problema de la drogadicción. Si no, advierte, la terapia no funciona y "te estrellas contra la pared". El consumo, indicó, es para las personas con TDAH o TLP una "automedicación". "Las drogas -explica Miguel Casas- son potentes psicofármacos que mitigan el dolor de un paciente psiquiátrico".

domingo, 6 de septiembre de 2009

Analgésicos, adictivos a los tres días

Analgésicos, adictivos a los tres días

Algunas medicinas para aliviar el dolor que se venden sin receta médica pueden causar adicción en sólo tres días, advierte un nuevo informe.

Medicinas

Los fármacos con codeína pueden causar adicción después de tres días.

La Agencia Regulatoria de Medicinas y Cuidados de Salud del Reino Unido (MHRA), que asesora al gobierno británico, publicó nuevas regulaciones para los fármacos que contienen codeína y dehidrocodeína.

El objetivo, dice, es minimizar el riesgo de uso excesivo y adicción.

Los paquetes de estas medicinas deberán ahora llevar advertencias más firmes sobre el riesgo de dependencia.

En el Reino Unido se venden aproximadamente 27 millones de paquetes de analgésicos que contienen codeína cada año.

Según la MHRA las cifras muestran que unas 30.000 personas en este país se han vuelto adictas a estas medicinas, aunque este número, dice, podría ser sólo "la punta del iceberg".

La codeína es un opioide que se usa para aliviar el dolor moderado o severo en trastornos como migraña, dolor dental, menstrual o de espalda.

Y a menudo se vende combinado con otros analgésicos más seguros como el paracetamol (acetaminofeno) o ibuprofeno.

Estos productos pueden ser adictivos y por eso estamos tomando medidas para evitar este riesgo

Dra. June Raine

La MHRA afirma que ahora estos fármacos se venderán con advertencias más prominentes sobre su riesgo de adicción tanto en el empaquetado como en el folleto interior.

Y se debe advertir a los consumidores que no tomen el fármaco por más de tres días seguidos.

Los paquetes también incluirán la advertencia de que el fármaco sólo debe usarse cuando no se logra aliviar el dolor con otros analgésicos como el acetaminofeno o ibuprofeno.

También se retirarán del empaquetado las sugerencias de usar las medicinas para aliviar catarro, gripe, tos y garganta irritada, así como referencias a trastornos con dolor leve.

Los paquetes grandes de codeína efervescente ahora sólo podrán ser vendidos con receta médica.

Información clara

Según la doctora June Raine, directora de Vigilancia y Control de Riesgo de la MHRA, afirma que tomados en la forma correcta y para el propósito correcto, los fármacos de codeína y dehidrocodeína, son muy efectivos y acetablemente seguros.

Píldoras

Los fármacos llevarán ahora advertencias prominentes sobre su riesgo de adicción.

"Sin embargo -agrega- estos productos pueden ser adictivos y por eso estamos tomando medidas para evitar este riesgo".

La funcionaria agrega que es importante asegurar que las personas tengan información clara sobre cómo deben usarse los fármacos y cómo se puede minimizar el riesgo de adicción.

"Quien esté preocupado sobre estos fármacos deben hablar con el farmacéutico o un médico".

Por su parte, la Asociación de Medicamentos de Marca Registrada de Gran Bretaña (PAGB) que representa a los fabricantes de fármacos de venta sin receta, expresó su apoyo a las nuevas medidas.

"Las compañías de la Asociación ya tomaron medidas de forma voluntaria para restringir el tamaño de los paquetes a 32 tabletas" afirma Sheila Kelly, directora ejecutiva de PAGB.

"Y desde 2005 se han agregado las advertencias a los paquetes".

"Las nuevas etiquetas con advertencias más prominentes sobre el riesgo de adicción, que serán colocadas al frente del paquete, y para limitar las indicaciones a dolor moderado que no responda al paracetamol, ibuprofeno o aspirina, serán introducidas lo más pronto posible", señala la funcionaria.

Y agrega que "la vasta mayoría de personas utiliza de forma correcta los fármacos que contienen codeína y por lo tanto no deben preocuparse por la posibilidad de estar causando daños a su salud".

lunes, 24 de agosto de 2009

Adictos a google

  • El neurotrasmisor llamado dopamina es el que hace que seamos adictos a la búsqueda
  • Nuestros cerebros están hechos para que sea más fácil estimularlos que satisfacerlos

Búsquedas. No puedes parar de hacerlas. A veces uno siente como si las necesidades básicas de comer y dormir o el deseo sexual hubieran quedado invalidados por una necesidad nueva de gadgets de información electrónica. Nuestra curiosidad es tan insaciable que recabamos información incluso aunque nos pueda traer problemas. Buscamos información que ni siquiera nos interesa.

Algunos no pueden vivir sin internet.

En el fondo somos como esas míticas ratas de laboratorio que presionaban una palanca sin parar para procurarse una descarga eléctrica en el cerebro. Mientras tecleamos en nuestros motores de búsqueda, parece que estamos estimulando el mismo sistema cerebral que los científicos descubrieron por casualidad hace más de 50 años al explorar cráneos de rata.

En 1954, el psicólogo James Olds y su equipo estaban estudiando el proceso de aprendizaje de las ratas en un laboratorio de la Universidad Internacional McGill de Quebec (Canadá). Adherían un electrodo al cerebro de las ratas y, cuando la rata se dirigía a un rincón determinado de su jaula, le proporcionaban una pequeña descarga eléctrica y observaban su reacción. Un día insertaron sin saberlo la sonda en el lugar equivocado y cuando Old sometía a la rata a sus pruebas, ésta volvía una y otra vez al rincón donde había recibido la descarga. Acabó descubriendo que si la sonda se colocaba en el área hipotalámica lateral del cerebro y se permitía a las ratas presionar una palanca y estimular sus propios electrodos, presionarían hasta sufrir un colapso.

Olds, y todos los demás, dieron por sentado que había descubierto el centro cerebral del placer (algunos científicos aún lo creen). Experimentos posteriores practicados en humanos confirmaron que las personas descuidarían casi todo —su higiene personal, sus obligaciones familiares— con tal de seguir alcanzando esa euforia.

Pero para el neurólogo Jaak Panksepp, de la Washington State University, este supuesto placer no parecía serlo tanto. Esas ratas que se estimulaban a sí mismas, y más tarde esos humanos, no mostraban la misma satisfacción eufórica que criaturas comiendo galletas rellenas Oreo o que las que disfrutaban de repetidos orgasmos. Los animales, escribe en 'Affective Neuroscience: The Foundations of Human and Animal Emotions' ('Neurociencia afectiva: los fundamentos de las emociones humanas y animales'), estaban "excesivamente excitados, incluso enloquecidos". Las ratas no paraban de olfatear y rebuscar. Algunas personas relataron que sintieron excitación sexual pero que no llegaron a experimentar el orgasmo. Los mamíferos a los que estimulaban el área hipotalámica lateral parecían estar atrapados en un círculo vicioso "donde cada estímulo provocaba una estrategia de búsqueda vigorizante", escribe Panksepp, (y no se estaba refiriendo a Bing —el buscador de Microsoft—).

La excitación se llamaba búsqueda

Es un estado emocional al que Panksepp tuvo que dar muchas vueltas para poder denominarlo: curiosidad, interés, búsqueda, anticipación, ansia, expectación. Finalmente, se decidió por 'búsqueda'. El neurólogo ha pasado décadas trazando el mapa de los sistemas emocionales del cerebro que considera que comparten todos los mamíferos, y sostiene que "la búsqueda es el abuelo de todos los sistemas". Es el motor motivacional del mamífero que cada día nos saca de la cama, o la guarida, o del agujero, y nos adentra en el mundo. Por eso, como escribe el biólogo Temple Grandin en 'Animals Make Us Human' ('Los animales nos hacen humanos'), hay experimentos que demuestran que los animales en cautividad preferirían tener que buscar su comida a que se la dieran.

Para los seres humanos, este deseo de búsqueda no va solo de satisfacer necesidades físicas. Panksepp dice que los humanos pueden alcanzar la misma excitación con recompensas abstractas que con las tangibles. Asegura que cuando nos asalta una intensa sensación de placer o excitación relacionada con el mundo de las ideas, con establecer conexiones intelectuales, con descubrir significado, son los circuitos de búsqueda los que se están disparando.

El elixir que alimenta el sistema de búsqueda es un neurotransmisor llamado dopamina. Los circuitos de dopamina "promueven estados de anhelo e intencionalidad orientada", escribe Panksepp. Es un estado que a los seres humanos les encanta. Nos hace sentirnos tan bien que buscamos actividades o sustancias que mantengan este sistema despierto —la cocaína y las anfetaminas, drogas estimulantes por excelencia, lo avivan de forma especialmente eficaz—.

Se cree que nuestro sistema dopaminérgico controla nuestra impresión del tiempo. Las personas con trastornos de hiperactividad tienen carencia de dopamina y un estudio reciente sugiere que ése puede ser el origen del problema. A los hiperactivos, incluso períodos cortos de tiempo se les hacen eternos. Un artículo del año pasado en The Atlantic titulado '¿Nos estará volviendo idiotas Google?', Nicholas Carr especula sobre la idea de que nuestra forma de navegar por internet está remodelando nuestros procesos mentales hasta hacer que sea casi imposible para nosotros prestar atención a un texto largo de forma prolongada. A la manera de las ratas de laboratorio, no dejamos de pulsar la tecla 'Intro' para conseguir nuestro próximo 'chute'..

El profesor de psicología de la universidad de Michigan Kent Berridge ha dedicado más de dos décadas a tratar de entender cómo el cerebro experimenta placer. Él, como Panksepp, también ha llegado a la conclusión de que lo que las ratas de James Olds estaban estimulando no era su centro cerebral de recompensa. En una serie de experimentos, él y otros investigadores han sido capaces de determinar que los cerebros de los mamíferos disponen de sistemas separados para lo que Berridge denomina "querer algo" y "que algo guste".

Querer y gustar, cosas diferentes

'Querer algo' es el equivalente en Berridge del sistema de búsqueda de Panksepp. El sistema que rige lo que nos gusta es lo que Berridge considera el centro del mecanismo cerebral de recompensa. Cuando experimentamos placer, es nuestro propio sistema opioide, más que nuestro sistema dopaminérgico, el que está siendo estimulado. De ahí que los opiáceos induzcan una especie de gozoso estupor tan distinto del efecto estimulante de la cocaína y las anfetaminas. Querer algo y que algo guste son complementarios. El primero favorece y acelera que pasemos a la acción; el segundo nos lleva a una pausa satisfactoria. La búsqueda ha de detenerse, aunque sólo sea durante unos momentos, para que el sistema no entre en un círculo vicioso sin fin. Cuando conseguimos el objeto de nuestro deseo (ya sea un bollo Twinkie o una pareja sexual), nos entregamos a actos consumistas que Panksepp asegura que reducen la excitación cerebral y, al menos, de forma pasajera, inhiben las ganas imperiosas de buscar.

Pero nuestros cerebros están hechos para que sea más fácil estimularlos que satisfacerlos. "El cerebro parece ser más mezquino con los mecanismos de placer que con los de deseo", ha llegado a afirmar Berridge. Esto tiene sentido desde el punto de vista evolutivo. Las criaturas con falta motivación, que encuentran fácil caer en un éxtasis inconsciente, es probable que vivan poco tiempo (y acaso sean felices). Así que la naturaleza nos imbuyó de un insaciable afán de descubrir, de explorar. El neurólogo de la universidad de Stanford Brian Knutson ha estado poniendo a individuos ante escáneres de imágenes por resonancia magnética y observando sus cerebros mientras se entretienen jugando a invertir de forma ficticia. Su experimento ha arrojado resultados constantes y coherentes de que las imágenes en nuestro cráneo muestran que la posibilidad de obtener beneficios es mucho más estimulante que conseguirlos realmente.

La posibilidad de obtener beneficios es mucho más estimulante que conseguirlos realmente

Experimentos con animales muestran cuán potente (y distinto) es querer algo comparado con que algo guste. Berridge escribe que hay estudios que ponen de manifiesto que las ratas cuyas neuronas productoras de dopamina han sido destruidas conservan la capacidad de andar, mascar y tragar pero morirán de hambre aunque tengan comida delante de las narices porque han perdido la voluntad de obtenerla. En cambio, Berridge descubrió que las ratas con una mutación que inunda sus cerebros de dopamina aprendían a conseguir su comida antes que las ratas normales. Pero, una vez la habían obtenido, no encontraban la comida más placentera que las otras ratas.

martes, 18 de agosto de 2009

Cocaína: crece adicción en los dólares

Dólares

En Washington 95% de los billetes están contaminados con cocaína.

Si usted vive en Estados Unidos lo más probable es que su billetera, monedero o bolsa contenga rastros de cocaína.

Según investigadores de la Universidad de Massachusetts, en ese país el 90% de los billetes de dólar que circulan en varias ciudades están contaminados con la droga ilegal.

El estudio, el análisis más extenso del papel moneda en el mundo, fue llevado a cabo en más de 30 ciudades de cinco países: Estados Unidos, Canadá, Brasil, China y Japón.

Los científicos también encontraron "evidencia alarmante" de cocaína en la moneda de varias áreas metropolitanas importantes de Canadá.

Y después de los países norteamericanos, se encontró que en Brasil el 80% de los billetes están contaminados con el narcótico.

Los científicos llevaron a cabo un estudio similar en 2007 y los resultados muestran que en los últimos dos años ha habido un aumento de 20% en la contaminación de billetes.

Más estrés, más droga

Según los investigadores, el incremento demuestra que el consumo de cocaína continúa aumentando en varias regiones del mundo.

"Para mi sorpresa cada vez estamos encontrando más cocaína en el papel moneda", afirma el doctor Yuegang Zuo, quien dirigió la investigación.

"No estoy seguro por qué estamos presenciando este incremento aparente, pero podría estar relacionado con la crisis económica global y el estrés que está provocando que cada vez más gente consuma cocaína", agrega.

La ciudad estadounidense donde se encontró la mayor cantidad de dinero contaminado fue Washington (con un 95% de billetes con rastros de esta sustancia) seguida de Baltimore, Boston y Detroit. La ciudad con el dinero más limpio fue Salt Lake City, el hogar del grupo religioso de los mormones.

No estoy seguro por qué estamos presenciando este incremento aparente, pero podría estar relacionado con la crisis económica global y el estrés que está provocando que cada vez más gente consuma cocaína

Dr. Yuegang Zuo

En el estudio que el doctor Zuo condujo en 2007 se encontró que el 67% de los billetes de dólar en Estados Unidos tenían rastros de cocaína.

Según los científicos, el aumento en los últimos dos años en los rastros de cocaína está a la par con el aumento en el consumo del narcótico en el país estadounidense, un negocio ilegal que genera unos US$70.000 millones anuales con un consumo de entre 259 y 447 toneladas de droga.

Se ha sabido durante mucho tiempo que la moneda en papel puede quedar contaminada con cocaína cuando se lleva a cabo el trato de negocio o directamente con el uso de billetes enrollados para aspirar el narcótico.

Y la contaminación puede extenderse a otros billetes porque el dinero se procesa en las máquinas contadoras de moneda en los bancos.

Sin motivo de alarma

Cocaína

A menudo se usan billetes enrolllados para aspirar el narcótico.

Pero aunque su dinero estuviera contaminado los rastros son tan pequeños que no hay motivo para preocuparse, dice el doctor Zuo.

Las cantidades encontradas en los billetes variaban desde .006 microgramos (el equivalente a un nivel miles de veces más pequeño que un solo grano de arena) hasta más de 1.240 microgramos de cocaína en cada billete (unos 50 granos de arena).

"En general -afirma el científico- no es posible drogarse exhalando un billete normal, a menos que éste haya sido utilizado directamente para aspirar la droga o durante un intercambio de narcóticos".

Y también es muy poco probable que un billete contaminado afecte la salud de persona o interfiera con las pruebas de orina o sangre que se llevan a cabo para detección de drogas, expresa el doctor Zuo.

El estudio fue presentado durante la conferencia anual de la Sociedad Química Estadounidense que se celebra en Washington.

viernes, 14 de agosto de 2009

Hallan qué zonas cerebrales se activan por el deseo de consumir marihuana

Las áreas cerebrales ligadas a la recompensa se habían relacionado con el deseo de consumir alcohol y ciertos tipos de drogas en momentos de abstención. Ahora, un equipo británico ha definido las áreas del cerebro que se hiperactivan debido al deseo por estímulo en relación con la marihuana. Los resultados se publican hoy en PNAS.




La sensación de deseo es uno de los componentes comportamentales primarios asociados a la adicción a las drogas. En concreto, el deseo causado por estímulo es una de sus formas más agresivas. Hasta el momento, los mecanismos neurobiológicos vinculados con este tipo de deseo han sido muy estudiados en alcohol y varios tipos de drogas, pero en el caso de la marihuana apenas hay análisis.

  • En los adictos hay más activación de la dependencia al nivel de oxígeno en sangre en áreas ligadas a los circuitos de la recompensa

En el caso del alcohol y ciertos tipos de drogas, el deseo causado por estímulo se asocia con un incremento en la actividad de bastantes áreas cerebrales, particularmente las que afectan a los procesos de recompensa. En un estudio que se publica hoy en Proceedings of the Nacional Academy of Sciences un grupo de la Universidad de Oxford, en Inglaterra, se ha basado en el uso de la resonancia magnética (RM) para examinar los cambios neurológicos que produce el deseo por estímulo en los consumidores de marihuana.

Kent E. Hutchinson, coordinador de la investigación, ha analizado a 38 consumidores habituales que se abstuvieron durante tres días y fueron sometidos a estímulos mientras se les examinaba con RM. Los resultados señalan hacia una mayor activación en áreas ligadas a la recompensa, como el área tegmental ventral, el tálamo, el cingulado anterior, la ínsula y la amígdala, en las que se produjo una mayor activación de la dependencia al nivel de oxígeno en sangre (BOLD, por sus siglas en inglés).

Además, los autores señalan que el córtex orbitofrontal y el núcleo accumbens también se relaciona con los problemas derivados del consumo de marihuana, ya que se ha comprobado que una mayor activación de la BOLD se relaciona con un mayor número de factores ligados a la escala de problemas por consumo de esta droga.

(PNAS DOI: 10.1073/ pnas.0903863106).