Si bien es cierto que para explicar el amor, deben tomarse en cuenta factores culturales y sociales, la neurociencia ha logrado establecer el mecanismo de la "borrachera bioquímica" que causa el enamoramiento. Sin pretender dejar de lado a todas las otras ciencias que explican el amor como una emoción, la neurociencia ha indagado desde hace dos décadas en las correlaciones que existen entre los niveles de algunas sustancias químicas naturales, con sentimientos como el enamoramiento o el desamor. La gente tiende a enamorarse de alguien que está a su alrededor, alguien próximo, pero especialmente nos enamoramos de personas que nos resultan desconocidas o misteriosas. La antropóloga e investigadora norteamericana Helen Fisher, lleva más de 30 años estudiando la atracción interpersonal romántica. Hoy en día se le considera la experta más versada en el tema del amor, desde el punto de vista de la neurobiología. "Todo es química, cada vez que producimos un pensamiento, una motivación o una emoción siempre se trata de química", enfatiza Fisher, quien también es profesora de la Universidad de Rutgers (Estados Unidos). Con base en sus investigaciones, Fihsher considera que el proceso de enamoramiento se detona de manera distinta en hombres y mujeres. De hecho, las técnicas más avanzadas de neuroimagen han permitido examinar a detalle los cerebros de ambos géneros para establecer las diferencias. "Hombres y mujeres son igualmente apasionados, pero los hombres presentan mayor actividad cerebral en una zona relacionada con los estímulos sexuales visuales. Eso determina que los hombres vean pornografía y las mujeres, en cambio, empleen su tiempo arreglándose para agradar" explica la científica. En el proceso de enamoramiento, los varones emplean la vista para encontrar pareja, porque desde la parte más primitiva de su cerebro, reciben un llamado para detectar a la mujer que le provea de los hijos más sanos. Las mujeres, en cambio, muestran actividad en tres zonas cerebrales relacionadas con la memoria y la rememoración, no sólo con la capacidad de recordar. "Esto se explica porque durante muchos siglos, las mujeres no podían basarse en la observación constante, sino en la retención de información. Por eso las mujeres recuerdan las promesas de los hombres y esperan que se cumplan. Se trata de un mecanismo de adaptación que las mujeres han poseído durante 4 millones de años para conseguir al hombre adecuado", señala Fisher. El coctel del amor Paralelamente, se incrementa la producción de norepinefrina (noradrenalina), que nos hace posible recordar toda clase de detalles ante lo que nos resulta novedoso. El primer encuentro ocurre y muchas veces de manera completamente inesperada. De entre todas las personas que están a nuestro alrededor, centramos nuestra mirada en una que nos llama particularmente la atención, y en ocasiones sin dejarnos influir por los estándares de belleza o por el estatus. "La gente tiende a enamorarse de alguien que está a su alrededor, alguien próximo, pero especialmente nos enamoramos de personas que nos resultan desconocidas o misteriosas", explica Helen Fisher. Comenzamos a sentirnos entonces interesados por esa persona especial, pero sin darnos cuenta, en nuestro cerebro se desata una intensa actividad en una región muy específica llamada área ventral tegmental, que es donde se origina la dopamina, el estimulante natural que produce sensaciones de plenitud, euforia y hasta cambios de humor. De repente, esa persona se convierte en el centro de nuestro mundo, y es precisamente porque desde hace millones de años, la dopamina es un estimulante que nos permite focalizar nuestra atención en los estímulos novedosos. Paralelamente, se incrementa la producción de norepinefrina (noradrenalina), que nos hace posible recordar toda clase de detalles ante lo que nos resulta novedoso. El cerebro libera también otra sustancia en estado de enamoramiento: la feniletilamina. Esta última actúa sobre el sistema límbico y provoca las sensaciones y sentimientos comunes en el enamoramiento. La feniletilamina se puede encontrar en alimentos como el chocolate (¿será por eso que se regalan chocolates en señal de amor?), pero también es cierto que con leves modificaciones químicas, esta sustancia puede transformarse en anfetaminas o antidepresivos. Por si fuera poco, durante el estado de enamoramiento los niveles de serotonina disminuyen, favoreciendo el pensamiento obsesivo. Esta sofisticada combinación de sustancias naturales está directamente relacionada con el llamado "Sistema de Recompensa del Cerebro", el cual impulsa a los humanos desde tiempos ancestrales a encontrar objetivos y tratar de conseguirlos. En este caso, el enamorado focaliza toda su atención en la recompensa más grande de su vida: una pareja que transmita su ADN para toda la vida. Si este complejo mecanismo llega a desencadenarse, es muy poco probable que seamos capaces de contrarrestarlo. De la misma manera que ocurre con todas las drogas, los enervantes del amor hacen que la adición se incremente hasta tornarse prácticamente incontrolable. Este dopaje nos puede conducir frecuentemente a la obsesión, compulsión, distorsión de la realidad, dependencia emocional, dependencia física y cambios de personalidad, que al final nos llevarían a pronuncia aquella peligrosa frase de "no puedo vivir sin ti". El amor no correspondido La radical disminución de las sustancias provocará una depresión, pero debemos asumirlo como un mecanismo catártico mediante el cual nuestro cuerpo nos da la oportunidad de comenzar desde cero Por cierto, todas las adicciones importantes están asociadas con niveles altos de dopamina. Estudios del cerebro han corroborado que las regiones del cerebro que se activan al consumir cocaína, opiáceos y otras drogas, son las mismas que se activan en el cerebro enamorado. Sin embargo, el amor es una poderosa droga adictiva que provoca una feliz dependencia si eres correspondido, o una ansiedad triste, dolorosa y destructiva cuando te toca ser rechazado. En este último caso, existe siempre un intento final y desesperado por conseguir ese amor imposible, ya que la dopamina es la sustancia asociada con la motivación y la modificación de nuestras conductas para alcanzar un objetivo en concreto, por difícil que este sea. Entonces surge un efecto conocido como "Romeo y Julieta", y ocurre cuando la dopamina aumenta a medida que percibimos mayor adversidad para obtener el amor de la persona que nos rechaza. Es por esa razón que los "enfermos de amor" reciben la misma clase de tratamiento que los adictos a otras drogas, y se les recomienda simplemente "cortar de tajo". Es decir, evitar los lugares que se solían frecuentar, las canciones que se escuchaban en ese periodo y en general, evitar todo aquello que nos haga desear estar con ese amante egoísta. Siempre se ha dicho que "del odio al amor hay un paso" y cuando menos químicamente, esto es bastante cierto. Las mismas sustancias que detonan el amor desencadenan el odio. Es sólo un juego de combinaciones químicas donde los límites son muy frágiles. Ese amor que hasta hace pocos días provocaba enorme euforia, se transforma en desprecio y resentimiento, como parte de una reacción neuroquímica de defensa. Sin embargo, el cuerpo humano está también preparado para enfrentar el desamor, ya que no puede permitirse un desgaste energético tan alto. Así que al final, el amante rechazado se rendirá. Seguramente, la radical disminución de las sustancias provocará una depresión, pero debemos asumirlo como un mecanismo catártico benéfico, mediante el cual nuestro cuerpo nos da la oportunidad de comenzar otra vez, desde cero. (Incluye información del programa "Redes" de Eduardo Punset) |
lunes, 15 de febrero de 2010
El amor, una droga poderosa y altamente adictiva
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