La cara de una muñeca claramente no es como la de un ser humano verdadero, aunque se parezca bastante. Discernir entre rostros de humanos reales y rostros de imitaciones sin vida nos permite prestar más atención a las personas que a los objetos cuando queremos interactuar con seres humanos de verdad. Diferenciar entre unos y otros es cada vez más difícil a medida que la tecnología avanza y las animaciones por ordenador, los materiales para cabezas artificiales y la robótica facial logran emular con realismo cada vez mayor las expresiones de un rostro humano auténtico. Pero, ¿dónde está la línea a partir de la cual una cara parece estar viva? El rostro de un maniquí, muñeca o androide tiene que ser muy similar al rostro de un humano auténtico para que nos parezca el de una persona viva. En un nuevo estudio se ha llegado a la conclusión de que los ojos son el principal rasgo en el que nos basamos para determinar si un rostro es o no de un ser humano real y vivo.
Los humanos podemos ver caras en cualquier parte: en la topografía de la Luna, en las caprichosas formas de una nube, e incluso nos basta ver dos puntos y una línea encerrados en un círculo para deducir que se trata de la representación de un rostro, pero somos mucho más exigentes cuando se trata de determinar qué está vivo y qué no lo está.
Thalia Wheatley y Christine Looser, del Dartmouth College, se enfrentaron a la tarea de identificar el punto en el que una cara empieza a parecer viva.
Looser visitó tiendas de juguetes y tomó fotos de caras de muñecas. “Fue divertido tratar de explicar a los vendedores lo que estábamos haciendo. Recibí miradas de extrañeza”, explica Looser.
Después de esa pintoresca primera fase del estudio, ella emparejó cada cara de muñeca con una cara humana que tuviera un cierto parecido y usó un software de morphing (transformación gradual de una imagen en otra) para mezclar las dos poco a poco. Esto generó una serie de fotografías intermedias que iban incorporando cada vez más rasgos humanos hasta acabar con una cara humana verdadera.
Los sujetos de estudio miraron cada fotografía y decidieron cuáles eran de seres humanos reales y cuáles de muñecas. Looser y Wheatley descubrieron que el umbral a partir del cual las personas determinaban que las caras estaban vivas, estaba aproximadamente a dos tercios del camino progresivo de transformaciones, más cerca del extremo humano que del de la muñeca. En otro experimento, se descubrió que los ojos eran la característica más importante para que los sujetos determinasen si la cara observada en la foto era de una persona viva o de una imitación inanimada.
Los resultados de los experimentos sugieren que las personas, cuando escrutamos un rostro en busca de evidencias de si pertenece o no a una persona real y viva, centramos buena parte de nuestra atención en los ojos. Scitech News |
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