Se pensaba que la región sin costillas del embrión del ratón era el resultado de una programación inhibidora de la formación de costillas, programación dirigida por genes Hox10. En experimentos previos, en los cuales estaban desactivados los genes Hox10 en el embrión, se generaron ratones con costillas extra. Sin embargo, al forzar la activación de otra clase de genes Hox (Hox6) en futuras regiones sin costillas del embrión del ratón, Moises Mallo y su equipo crearon ratones que también tenían costillas extra, tanto en el área del cuello como desde la caja torácica hasta la cola, lo que hacía que el esqueleto pareciese el de una serpiente.
Los resultados de los experimentos sugirieron que esos dos grupos de genes Hox se equilibran entre sí: Uno promueve activamente la formación de costillas en ciertas zonas, mientras que el otro bloquea esta actividad en otras.
Los resultados de los nuevos experimentos desvelan el mecanismo de este equilibrio.
Los investigadores, trabajando sobre los genes involucrados en este proceso, realizaron otro descubrimiento sorprendente: que todo el proceso se basa en la labor inicial de los "genes musculares" en el embrión, los cuales envían señales destinadas a activar los "genes de costillas" permitiendo así la creación de costillas y músculos en un proceso coordinado.
Estos hallazgos revelan un proceso más complicado de lo que los científicos habían imaginado, pero que resulta del todo lógico, desde un punto de vista funcional y evolutivo: No es bueno crear costillas sin músculos, de manera que en el embrión, la producción de costillas y la de sus músculos asociados están bajo el control de un único mecanismo, con la coordinación necesaria entre sus subsistemas.
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