Un nuevo modelo basado en la física estadística puede arrojar luz sobre la vieja cuestión de: “¿Cómo puede la moralidad enraizarse en un mundo donde todas las personas piensan en sí mismas?” Las simulaciones por ordenador de un equipo internacional de científicos sugieren que la respuesta está en cómo la gente interactúa con sus vecinos más cercanos, en lugar de con la población como un todo.
Liderados por Dirk Helbing del ETH Zurich en Suiza, el estudio también sugiere que bajo ciertas condiciones, el comportamiento deshonesto de algunos individuos puede realmente mejorar el tejido social.
Los bienes públicos tales como recursos ambientales o beneficios sociales, a menudo se agotan debido a que los individuos egoistas ignoran el bien común. El comportamiento cooperativo puede reforzarse a través del castigo, pero los cooperadores finales que ejercen el castigo perderán frente a aquellos que no castigan debido a que el castigo requiere de tiempo y esfuerzo. Estos cooperadores sin castigo pierden a su vez respecto a los no cooperadores, o gorrones. Con un predominio de gorrones, los recursos se agotan, para el detrimento de todos – un escenario conocido como “la tragedia de los comunes”.
¿Cómo, entonces, surge la cooperación? Algunos investigadores han propuesto que los cooperadores que castigan podrían sobrevivir a través de la “reciprocidad indirecta”, la idea de que el trabajo por el bien común mejorará la reputación de la persona y asegura su beneficio en el futuro. El grupo de Helbing, sin embargo, ha demostrado que esto no es necesario para que florezca la cooperación.
Fenómeno emergente
Llegaron a esta conclusión centrándose en cómo se comportan los individuos con sus vecinos más cercanos, en lugar de con un grupo más amplio que es representativo de toda la población. Como en los modelo de magnetismo del vecino más cercano – que son a menudo más realistas que las aproximaciones de media del campo – dicen que esta aproximación capta el fenómeno “emergente” que se pasaría por alto en otro caso.
Su modelo basado en la teoría de juegos, comprende una retícula cuadrada de decenas de miles de puntos, cada uno representando un individuo. Cada individuo podría adoptar una entre cuatro estrategias – cooperar sin castigo a los gorrones; cooperar y castigar (“moralistas”); gorronear; o gorronear pero también castigar a otros gorrones (“immoralista”). Inicialmente, las cuatro estrategias se distribuyen de forma aleatoria entre los individuos y el sistema evoluciona para encontrar qué comportamiento es el mejor a largo plazo.
Esta evolución está influida por tres variables – las multas que penalizan a los gorrones; el coste de administrar el castigo; y el “factor de sinergia”, que estipula cuánto se mejora la suma de las constribuciones de los individuos por la acción colectiva.
El programa de ordenador selecciona un individuo de forma aleatoria y calcula cuánto va a ganar en relación con sus vecinos más cercanos, dadas las estrategias empleadas por cada vecino. El ejercicio se repite entonces para los propios vecinos. La estrategia empleada por cada individuo se modifica entonces a la luz del éxito de sus vecinos, de forma que los individuos podrían imitar aquellos que tuvieron un mejor resultado que el suyo.
Intrigantes resultados
Ejecutar la simulación hasta 10 millones de veces, arrojó algunos resultados intrigantes. Como se esperaba, si la proporción entre la multa y el coste y el factor de sinergia eran bajos, finalmente todos se convertirían en gorrones, de la misma forma que los moralistas predominarían si la multa era lo bastante alta. No obstante, también encontraron que los moralistas podrían ganar sobre los cooperadores que no castigan incluso si el coste de administrar el castigo era relativamente alto. Esto se debía a que la imitación de los vecinos con mejor resultados pronto lleva a pequeños cúmulos de cooperadores y moralistas en un mar de gorrones. Con los moralistas lidiando mejor con los gorrones que los cooperadores, se hacen predominantes, incluso aunque perderían si se les coloca en una competición directa con los que no castigan.
También se observó una “colaboración impía” entre moralistas e inmoralistas donde los individuos que adoptan estas estrategias pueden existir a costa de cooperadores y gorrones. Esto, según encontraron los investigadores, ocurriría su el coste del castigo es bajo, la sinergia no muy alta y las multas moderadamente altas. Como señalan, este escenario se ve apoyado por la existencia en la vida real de inmoralistas.
Nuevo tipo de comportamiento colectivo
El colega de Helbing, Attila Szolnoki del Isntituto de Física Técnica y Ciencias de los Materiales en Budapest resume el trabajo: “La contribución de la física estadística a este campo de investigación podría ser el de darnos cuenta de un gran número de jugadores pueden dar como resultado un nuevo tipo de comportamiento colectivo que no puede derivarse a partir del análisis de dos jugadores. Los modelos por ordenador pueden por tanto considerarse como pre-experimentos que ayudan a diseñar experimentos de laboratorio más sofisticados”.
El equipo está actualmente construyendo un laboratorio capaz de llevar a cabo experimentos de la teoría de juegos con hasta 36 personas, lo cual les permitiría estudiar las predicciones de su modelo.
Herbert Gintis, economista y experto en teoría de juegos en el Instituto Santa Fe y la Universidad Europea Central en Budapest, cree que Helbing y sus colegas están en lo correcto al incorporar interacciones de pequeña escala en su modelo. Pero dice que deberían también tener en cuenta el factor de las relaciones genéticas entre individuos, debido a que el comportamiento de los individuos depende de si están tratando con un pariente cercano o no.
Autor: Edwin Cartlidge
Fecha Original: 5 de mayo de 2010
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