31 de Marzo de 2010. Los científicos saben a partir de estudios anteriores que las aves voladoras y los murciélagos viven más que los animales del mismo tamaño pero confinados al medio terrestre. Una investigación sobre la relación entre el hábitat y la expectativa de vida en los mamíferos, comparando los animales confinados a los suelos y lo que pasan mucho tiempo en las copas de los árboles, ha aportado datos interesantes sobre la menor longevidad de los animales que no viven en las alturas, y podría explicar la razón.
Milena Shattuck y Scott Williams, de la Universidad de Illinois, plantearon la hipótesis de que, al igual que ocurre con el estilo de vida aéreo, vivir en las copas de los árboles reduce la mortalidad extrínseca de una especie (la muerte por la depredación, las enfermedades y los peligros ambientales, es decir, otras causas que no sean la edad).
Una de las predicciones de la teoría evolutiva del envejecimiento es que si un individuo consigue reducir su exposición a las fuentes de mortalidad extrínseca, vivirá más tiempo, lo que le traerá más probabilidades de experimentar efectos provocados por mutaciones, y por consiguiente de que tales efectos se enfrenten con mayor incidencia al filtro de la selección natural. El resultado final en una población de individuos de esta clase será que la selección natural potenciará en la población o especie una evolución hacia una mayor longevidad.
Williams y Shattuck descubrieron que la teoría encaja con la realidad de los animales arborícolas. Los mamíferos que pasan la mayor parte de su tiempo en lo alto de los árboles disfrutan de una mayor longevidad en comparación con los que viven en el suelo. El modelo concuerda tanto con los datos de longevidad a gran escala entre todos los mamíferos, como con los recogidos de clases específicas que Williams y Shattuck estudiaron, por ejemplo las ardillas arborícolas en relación con las ardillas terrestres.
Sin embargo, la pareja también descubrió dos clases de mamíferos que contradicen esa tendencia a la longevidad. Los marsupiales, como los canguros. Y los primates, incluidos los que pasan mucho tiempo en el suelo, como los gorilas y los seres humanos, y sus primos que viven en las ramas. En estos grupos, no hay diferencias significativas de longevidad entre los animales arborícolas y sus primos que viven en los suelos. Los primates, no obstante, tienden en general a tener una vida larga.
"Éstas son las excepciones que demuestran la regla", argumenta Shattuck. "La característica definitoria que parece conectar los dos grupos es una larga historia de antepasados arborícolas." Otros mamíferos comenzaron en el suelo, y algunos grupos aislados evolucionaron hacia un estilo de vida arborícola de forma independiente. Los marsupiales y los primates parece que empezaron en los árboles, y luego se produjo la adaptación de marsupiales y primates terrestres a un estilo de vida más centrado en los suelos.
Esta ascendencia arborícola puede explicar parcialmente por qué los humanos tenemos una longevidad mayor que la de otros mamíferos.
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