6 de Agosto de 2010. Los animales isleños como los dragones de Komodo, los elefantes enanos, y los humanos antiguos con el tamaño de un Hobbit, son considerados a menudo como ejemplos de una clase de evolución que sólo se da en las islas. Pero, ¿lo son realmente?
Shai Meiri, experto del Departamento de Zoología de la Universidad de Tel Aviv, dice que sí aunque con matices. Según él, son un producto de la evolución, pero no más elaborado que lo que uno esperaría ver por obra del "azar", si se utiliza como referencia lo descubierto en la línea de investigación en la que Meiri y sus colegas han estado trabajando. En otras palabras, no hay nada extraordinario en los procesos evolutivos en las islas.
El equipo de Meiri ha realizado una serie de estudios científicos para comparar los patrones evolutivos de los ecosistemas insulares y continentales, y los resultados refutan la idea de que las islas funcionan bajo normas diferente."Mis resultados son un poco polémicos para algunos biólogos evolutivos", reconoce Meiri, autor de varios artículos y ensayos sobre la evolución en las islas. Su investigación se basa en modelos estadísticos que él desarrolló.
Hay una tendencia a creer que los animales grandes se vuelven muy pequeños en las islas debido a los recursos limitados, y los pequeños se vuelven muy grandes debido a la falta de competidores. Meiri sostiene que esto no es cierto, al menos no como regla general. Según él, la evolución no opera en las islas de manera diferente a como lo hace en cualquier otro lugar.
En un estudio reciente, Meiri y sus colegas analizaron la idea de un tamaño corporal óptimo, que es, en teoría, el que deben alcanzar los mamíferos en su crecimiento, tanto en las comunidades insulares como en los continentes. Los partidarios de que la evolución opera en las islas de manera distinta a como lo hace en los continentes sostienen que, tras no muchas generaciones, los mamíferos pequeños de las islas alcanzan un gran tamaño óptimo, mientras que los animales más grandes reducen su tamaño, debido a las restricciones inherentes a la competencia en estos espacios geográficos más reducidos.
Los investigadores han llegado a la conclusión de que el aislamiento insular, de por sí, no afecta realmente a la tasa evolutiva, las tasas de diversificación de las especies, o el ritmo al que cambia el tamaño corporal en las poblaciones insulares.
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