¿Cómo puede ser explicado el diminuto tamaño del cerebro del "Hobbit"? Un equipo de investigadores ha abordado esta cuestión en el contexto de una evaluación detallada de la evolución del tamaño del cuerpo y el del cerebro a través de toda la familia de los primates mayores.
Nick Mundy y Stephen Montgomery, del Departamento de Zoología de la Universidad de Cambridge, Reino Unido, y otros colegas de la Universidad de Durham, usaron datos publicados anteriormente de especies vivas y extintas para reconstruir el patrón de evolución de la masa corporal y cerebral en los primates.
Según los autores, los resultados del estudio proporcionan una sólida confirmación para la noción de que fuertes tendencias evolutivas han gobernado la expansión del cerebro de los primates. En cambio, la evolución del tamaño del cuerpo no ha tendido al incremento en los primates, lo cual implica que la masa del cuerpo y la del cerebro han estado sujetas a presiones de selección diferentes, y brinda soporte a los hallazgos de estudios anteriores, en otros grupos taxonómicos, indicando que estos dos rasgos altamente correlacionados pueden mostrar diferencias en sus patrones de evolución.
La expansión cerebral comenzó en los inicios de la evolución de los primates, y ha acontecido en todos los grupos principales, indicando ello una fuerte ventaja selectiva para la mayor capacidad mental en la mayoría de los linajes de primates. A pesar de esta tendencia general, sin embargo, Mundy y sus colegas han identificado varias ramas y algunos linajes dentro de cada grupo principal que muestran un decrecimiento en la masa del cuerpo y en la del cerebro a medida que evolucionaban, como por ejemplo en el mono tití.
Los autores del nuevo estudio han encontrado que, bajo algunas suposiciones razonables, la reducción del tamaño del cerebro durante la evolución del Homo floresiensis no resulta rara al compararla con la de estos otros primates. Junto a los resultados de otros estudios recientes sobre los efectos del "enanismo isleño" en otros mamíferos, los resultados del nuevo estudio apoyan la hipótesis de que el cerebro pequeño del Homo floresiensis estaba adaptado a las condiciones ecológicas locales de la isla de Flores.
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