El 2009 podría ser recordado perfectamente por sus escándalos de corrupción, por la salida a la luz de aventuras extramatrimoniales en personajes públicos conocidos por su defensa a ultranza de una moral puritana, o por los casos aireados de ejecutivos de corporaciones disfrutando de lujos dignos de un faraón o recibiendo bonificaciones millonarias mientras recortan las prestaciones de sus empleados, efectúan despidos masivos y aceptan ayudas económicas del estado para salir de la crisis.
En una nueva investigación de la Escuela Kellogg de Administración de Empresas, dependiente de la Universidad del Noroeste, se ha examinado la cuestión de por qué las personas poderosas, muchas de las cuales toman una actitud de superioridad moral, no practican lo que predican. Con este estudio, los investigadores trataron de determinar si el poder incita a la hipocresía y a la tendencia a usar códigos morales muy exigentes para juzgar a los demás, mientras se es condescendiente con la conducta de uno mismo, aunque sea moralmente cuestionable. La investigación indica que ciertamente el poder hace que la persona sea más estricta al juzgar moralmente a los demás y menos estricta con su propio comportamiento. La investigación fue realizada por Joris Lammers y Diederik A. Stapel de la Universidad de Tilburgo en los Países Bajos, y por Adam Galinsky de la Universidad del Noroeste en Evanston, Illinois. "Según nuestra investigación, el poder y la influencia pueden causar una grave desconexión entre el juicio público y el comportamiento privado, y como resultado, los poderosos son más estrictos al juzgar a los demás, y más indulgentes con sus propias acciones", explica Galinsky. Para simular una experiencia de poder, los investigadores asignaron puestos altos y bajos en una escala simulada de poder a los participantes en el estudio. A algunos se les asignó la función de Primer Ministro y a otros las de funcionarios. Los participantes fueron luego enfrentados a dilemas morales relacionados con infracciones de las normas de tráfico, la declaración de impuestos y la devolución de una bicicleta robada. A través de una serie de cinco experimentos, los investigadores examinaron el impacto del poder sobre la hipocresía moral. Por ejemplo, en un experimento los participantes "poderosos" condenaron la conducta fraudulenta de los demás mientras ellos defraudaban más que aquellos a quienes criticaban. Los participantes con gran poder también tendían a condenar a quienes hinchaban indebidamente los gastos de viaje que debían serles abonados. Pero, cuando se les dio la oportunidad de hacer trampas en un juego de dados para ganar billetes de lotería (jugando solos en la intimidad de una cabina), los poderosos declararon haber ganado una mayor cantidad de billetes de lotería que los participantes de baja posición. Tres experimentos adicionales examinaron con mayor profundidad hasta qué punto los poderosos aceptan sus propias transgresiones morales en comparación con las cometidas por otros. En todos los casos, los sujetos asignados a funciones de alta posición demostraron una hipocresía moral notable al juzgar más estrictamente a los demás por conducir un vehículo con exceso de velocidad, evadir impuestos y quedarse con una bicicleta robada, mientras que se mostraban más tolerantes cuando eran ellos mismos quienes tenían esas conductas. Scitech News |
No hay comentarios:
Publicar un comentario