La gran mayoría de nuestra configuración genética es igual en todos los humanos, lo cual implica que la mayor parte de nuestras características físicas son similares. También compartimos otros atributos, como el tener complejos sistemas de comunicación para transmitir nuestros pensamientos y sentimientos y para captar las intenciones de quienes nos rodean, y también es típico en humanos el que podamos expresar una amplia gama de emociones mediante el lenguaje, los sonidos sin palabras, las expresiones faciales y los gestos.
Sin embargo, el modo en que nos comunicamos no siempre es el mismo. Por ejemplo, las personas de culturas diferentes no sólo tienen idiomas distintos sino que en algunos casos el significado que otorgan a los gestos es también diferente.
La investigadora Disa Sauter (University College de Londres) estudió personas de Gran Bretaña y de los Himba, un grupo de más de 20.000 personas que viven en pequeños asentamientos en el norte de Namibia. En esos asentamientos muy remotos, donde fueron recolectados los datos para el estudio actual, los individuos llevan vidas completamente tradicionales, sin electricidad, agua corriente, formación académica, o contacto con personas de otros grupos.
Los participantes en el estudio escucharon un cuento corto cuya trama giraba alrededor de una emoción particular, por ejemplo, cuán triste estaba una persona porque un pariente había fallecido recientemente. Al final de la historia, oyeron dos sonidos, por ejemplo de llanto y de risa, y se les pidió que identificaran cuál de los dos reflejaba la emoción expresada en la historia. El grupo británico oyó sonidos hechos por los Himba y viceversa.
Las personas de ambos grupos encontraron que las emociones básicas (ira, miedo, asco, alegría, tristeza y sorpresa) resultaban las más fácilmente reconocibles. Esto respalda por tanto la noción de que las vocalizaciones no verbales de estas emociones son similares en todas las culturas humanas.
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