- Las señales auditivas de ciertas emociones son reconocibles por todo el mundo
- Personas de culturas diferentes identifican la risa como expresión de felicidad
- Este sonido parece tener raíces evolutivas ya que varios animales lo emiten
Dos hombres paquistaníes riéndose. (Foto: AP | Muhammed Muheise)
MADRID.- Un esquimal es capaz de saber si un maorí está triste al reconocer en su rostro la expresión de esa emoción. La cara es el espejo universal del alma y por eso somos capaces de interpretar ciertas sensaciones aunque nuestras culturas sean dispares. Y no sólo los gestos. La risa, el llanto y otros sonidos que acompañan a los sentimientos también son comunes a todos los seres humanos.
"Las personas empleamos una gama de señales para comunicar las emociones, incluyendo la emisión de sonidos, las expresiones faciales y la postura", señalan los autores del estudio publicado en 'Proceedings of the National Academy of Sciences'. "Las señales auditivas permiten la comunicación afectiva cuando el receptor no puede ver al emisor", añaden.
Varias investigaciones han comprobado que algunas de estas herramientas comunicativas son universales, ya que individuos de distintas culturas, que no comparten el idioma ni las costumbres, son capaces de identificar qué emociones pretenden transmitir. Sin embargo, en el caso de los sonidos, la cuestión seguía siendo una incógnita.
Investigadores del University College London (Reino Unido) diseñaron un experimento para resolver esta duda. Y se centraron en las conocidas como emociones básicas (miedo, asco, ira, tristeza, sorpresa, alegría, placer sensual, éxito y alivio). "Se considera que éstas constituyen funciones desarrolladas que comparten todos los seres humanos, tanto en términos de fenomenología como en forma de señales comunicativas", señalan.
Dos grupos de procedencia muy distinta sirvieron para comprobar su teoría. Uno estaba formado por ciudadanos británicos y el otro por miembros de la tribu Himba, que habita en la región norte de Namibia. Las distancias culturales, educativas, lingüísticas, etc., son evidentes.
Cada uno de ellos escuchaba una pequeña historia que hablaba de una de estas emociones (por ejemplo, acerca de la tristeza que sentía alguien por la muerte reciente de un pariente cercano) y después escuchaba dos sonidos -grabados previamente por personas de ambos grupos étnicos- y debía identificar cuál correspondía a la sensación de la que trataba el relato.
"Las personas de ambos grupos parecían reconocer fácilmente las emociones básicas", explica Sophie Scott, principal autora del estudio. "Esto sugiere que estas emociones -y sus señales auditivas- son similares en todas las culturas".
Entre ellos, uno especialmente: la risa. Con las demás sensaciones, las ventajas de pertenecer al mismo grupo eran más evidentes (los británicos acertaban más cuando el emisor era de su misma procedencia, al igual que sucedía con los himbas). Pero, cuando se trataba de la risa descrita en el relato por la acción de hacer cosquillas-, los porcentajes de acierto crecían, los filtros culturales no eran tan patentes.
"Las cosquillas hacen reír a todo el mundo", ha explicado Dina Sauter, otra de las investigadoras. Y no sólo a los humanos. "Hemos visto esta reacción en otros primates así como en otros mamíferos. Esto sugiere que la risa tiene unas raíces evolutivas muy profundas, posiblemente originadas como parte de la comunicación durante el juego entre niños pequeños y madre".
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