. Un equipo de investigadores está cuestionando la añeja creencia de que los seres humanos estamos diseñados para ser egoístas. En numerosos estudios, los científicos están amasando un conjunto creciente de evidencias que apuntan a que hemos evolucionado, y seguimos haciéndolo, para convertirnos en seres más compasivos y colaborativos en nuestra misión de sobrevivir y prosperar.
Dacher Keltner, psicólogo en la Universidad de California, Berkeley, autor de "Born to be Good: The Science of a Meaningful Life", y sus colegas están consolidando la teoría de que los humanos tenemos éxito como especie debido precisamente al carácter afectuoso, altruista y compasivo, presente, en mayor o menor grado, en un porcentaje importante de personas.
Keltner y sus colegas llaman a esto "la supervivencia del más generoso".
Tal como señala Keltner, debido a que nuestras crías son tan vulnerables, la tarea fundamental para la supervivencia humana y la replicación de los genes es cuidar de los otros, empezando por nuestros hijos pequeños. Los seres humanos hemos sobrevivido como especie gracias a que hemos desarrollado las capacidades para cuidar de los necesitados y cooperar. Como supuso Darwin hace mucho tiempo, la compasión es nuestro instinto más fuerte.
El equipo de Keltner está investigando cómo la capacidad humana para preocuparse por los demás y cooperar con ellos está determinada en regiones particulares del cerebro y el sistema nervioso. Un estudio reciente descubrió evidencias convincentes de que muchos de nosotros estamos predispuestos genéticamente para ser empáticos.
La cuestión explorada en el nuevo estudio es: ¿Cómo el hecho de ser una persona generosa asegura nuestra supervivencia y nos eleva el estatus entre nuestros semejantes?
Una respuesta, según el psicólogo y sociólogo Robb Willer de la Universidad de California en Berkeley, es que cuanto más generosos seamos, mayores serán el respeto que recibiremos de nuestros semejantes y la influencia que tendremos sobre ellos.
En un estudio reciente, Willer y su equipo le dieron a cada participante una modesta cantidad de dinero en efectivo y les indicaron que jugaran a juegos de variada complejidad que ayudarían a causas benéficas. Los resultados muestran que los participantes que actuaron de manera más generosa recibieron más regalos, respeto y cooperación de sus semejantes y ejercieron mayor influencia sobre ellos.
Lo constatado en este estudio, tal como apunta Willer, sugiere que alguien que actúe limitado sólo a su interés propio será evitado por sus semejantes, no se le tendrá respeto, e incluso será odiado, con la consiguiente reducción de sus posibilidades de sobrevivir si ha de depender de la ayuda de otros y una merma de su éxito reproductivo, en tanto que quienes se comportan generosamente con los demás son tenidos en alta estima por sus semejantes, lo que hace que se eleve su estatus, aumenten sus posibilidades de supervivencia y disfruten de un mayor éxito reproductivo.
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