Los humanos somos criaturas sociales y con emociones. Los robots, no. Sin embargo, está en la idiosincrasia humana intentar ver emociones y conductas humanas en las máquinas con las que más tiempo compartimos, sobre todo si presentan un aspecto físico humanizado. Los robots humanoides para ayudar en sus domicilios a personas con impedimentos físicos van a dejar de ser una rareza para convertirse en algo cada vez más habitual conforme transcurran los años. Para adelantarse a los conflictos emocionales humanos que esa situación pueda generar, hay que comenzar a poner a punto una nueva área de la psicología humana, la dedicada a nuestras reacciones emocionales ante los robots. Un nuevo estudio ha explorado cómo personas de diferentes edades interpretan las expresiones artificiales de un robot.
Un equipo de científicos del Instituto Tecnológico de Georgia decidió comprobar nuestra capacidad de interpretar la "emoción" de un robot leyendo su expresión, para ver si había alguna diferencia entre personas de diferentes edades.
Los investigadores constataron que los adultos de más edad mostraban algunas diferencias inesperadas en el modo en que leían la cara de un robot, respecto al modo en que los adultos más jóvenes lo hacían.
Jenay Beer (Escuela de Psicología del Tecnológico de Georgia), y Wendy Rogers y Arthur Fisk, profesores de Psicología Ingenieril del Tecnológico de Georgia, usaron una versión virtual del robot iCat para comprobar la diferencia entre sujetos con edades de 65 a 75 años y sujetos de 18 a 27 años.
El iCat virtual muestra siete emociones con varios niveles de intensidad: felicidad, tristeza, ira, miedo, sorpresa, repulsión y expresión neutra. Los investigadores comprobaron cuán bien cada participante podía determinar las emociones del iCat virtual.
Las investigaciones sobre cuán bien los adultos pueden reconocer emociones en caras humanas han revelado que los adultos de más edad reconocen con menor precisión la ira, el miedo y la tristeza.
En cambio, el estudio con caras robóticas ha desvelado que, aunque las personas maduras participantes en el mismo reconocieron con menor precisión la ira y el miedo, tal como se esperaba, tenían sin embargo una dificultad significativa para reconocer la felicidad, y no la tristeza. De hecho, confundían casi siempre la expresión feliz del robot con la neutra.
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