En cierto sentido, nuestras manos definen nuestra naturaleza humana. Nuestros pulgares oponibles y la estructura única de nuestras manos nos permiten escribir, dibujar y tocar el piano. Quienes pierden sus manos como resultado de un accidente, conflicto armado o enfermedad, con frecuencia sienten que han perdido más que meras herramientas.
Una nueva invención realizada por investigadores de la Universidad de Tel Aviv puede cambiar eso. El profesor Yosi Shacham-Diamand del Departamento de Ingeniería de dicha universidad, trabajando con un equipo de científicos de la Unión Europea, ha empalmado con éxito una mano artificial de última generación a terminaciones nerviosas en el muñón de un brazo cercenado. El dispositivo, llamado "SmartHand", se asemeja, en función, sensibilidad y apariencia, a una mano real.
El sueco Robin Af Ekenstam, primer usuario humano de la mano, no sólo ha sido capaz de completar tareas que suelen ser extremadamente complejas para una mano artificial, como comer y escribir, sino que además afirma ser capaz de "sentir" sus dedos de nuevo.
Se podría decir que Shacham-Diamand y su equipo han vuelto a conectar la mente de Ekenstam con una mano, en este caso la SmartHand. La contribución del profesor Shacham-Diamand al proyecto, en el cual la Universidad de Tel Aviv ha colaborado con la Universidad de Lund en Suecia, es la interfaz entre los nervios del cuerpo y los componentes electrónicos del dispositivo. El reto consistió en hacer un electrodo que fuera no sólo flexible, sino que pudiera implantarse en el cuerpo humano y funcionar apropiadamente durante al menos unos 20 años.
La SmartHand artificial, construida por un equipo de científicos de la Unión Europea, será llevada por Ekenstam, sujeto de estudio, tanto tiempo como él desee. Después de sólo unas pocas sesiones de entrenamiento, ya está manejando la mano artificial como si fuera la suya propia. Los ingenieros también construyeron sensores táctiles para esta mano artificial, de modo que la transferencia de información viaja en ambos sentidos. Esto le permite a Ekenstam realizar tareas difíciles como comer y escribir.
Ekenstam ha explicado en una entrevista: "Estoy utilizando músculos que no había usado en años. Agarro algo con fuerza, y entonces puedo sentirlo en las yemas de los dedos, lo que es extraño, porque ya no las tengo. Es asombroso".
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