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jueves, 8 de octubre de 2009

La ciencia es cosa de mujeres

La actriz Rachel Weisz, en una escena de 'Agora'. | Telecinco Cinema

La actriz Rachel Weisz, en una escena de 'Agora'. | Telecinco Cinema

Permítanme que convierta este blog hoy en una recomendación de cine y de lectura. El estreno de "Ágora", la esperada película de Amenábar, se convierte, en el Año Internacional de la Astronomía, en una verdadera fiesta de la ciencia. Hipatia de Alejandría era un personaje histórico casi completamente desconocido, hasta que Carl Sagan en su serie Cosmos (en efecto, este blog rinde homenaje a la serie que en 2010 cumplirá 30 años nada menos) narró el fin de la Biblioteca de Alejandría y la trágica muerte de la bibliotecaria, científica y filósofa alejandrina hace casi 16 siglos, a manos de exaltados cristianos que veían en el conocimiento el mayor enemigo de su fe.

Ahora Hipatia va a tener para siempre la cara y el cuerpo de Rachel Weisz, y la Alejandría renacida digitalmente será el escenario que muchos recuerden como crucial para ese momento donde el conocimiento perdió la batalla ante la sinrazón. Se ha publicado también un texto, una novela que desarrolla el guión de la película, "Ágora", escrita por Marta Sofía (Booket, 2009, 14,5 €) y que, confieso, tengo en mis manos en este momento sin atreverme a empezar...

La historia de Hipatia ha de ser forzosamente novelada: las fuentes históricas de la vida y el martirio y muerte de esta santa laica son poco conocidas, y las fuentes historiográficas del personaje poco más que referencias posteriores, en diccionarios onomásticos, o algunas cartas de su alumno, Sinesio de Cirene (convertido finalmente al cristianismo), autor de "De Dono Astrolabii", donde explica que este instrumento, el astrolabio, fundamental para la astronomía, lo construyó a partir de las instrucciones de su maestra. En cualquier caso, a lo largo de la historia, el triste sino de morir ante una masa jaleada por religiosos fue tomado como muestra que perdura de la importante labor de reunión del conocimiento que tuvo la Biblioteca alejandrina.

No es menos notorio que el personaje fuera una mujer. Y, precisamente, estos días he podido revisar varios textos en los que también mujeres científicas son protagonistas de apasionantes historias. La ucronía (o novela contrafactual) "Hypatia y la eternidad", de Ramón Galí, (EsEdiciones, 2009, 17 €) plantea que la Biblioteca de Alejandría se salvara del asedio e incendio, o al menos que ella intentara evitarlo transmitiendo antiguos secretos... No quiero destapar la ficción aunque personalmente creo que en la historia de Hipatia/Hypatia no hay que meter trucos esotéricos para tener una gran historia. Es más, desmerece un poco esa manía de cierta novela histórica (pseudohistórica) de llenar las intrigas de oscuras o antiguas conspiraciones. La conspiración más clara en la historia de la sabia de Alejandría fue la que llevó al culto cristiano a convertirse en la maquinaria de poder que dio al traste con el helenismo.

Dejando la ficción, tenemos otros dos apasionantes novedades editoriales. En primer lugar, y por seguir con el próximo jueves 15 de octubre se presenta "Bajo la estirpe de Hypatia", del periodista científico Oscar Menéndez, recoge la vida de nueve personalidades de la ciencia, de las que han cambiado la historia. Entre ellos, varias mujeres. Y no por una cuestión de paridad de género sino porque realmente hay historias que merecen la pena ser contadas, y que han sido protagonizadas por mujeres.

"Antes de Hubble, Miss Leavitt", de George Johnson, (Antoni Bosch, 2009, 18,50 €) es una biografía apasionada de uno de los personajes fundamentales de la astrofísica moderna, Henrietta Swan Leavitt, responsable de que el Universo multiplicara por 1000 su tamaño, que podríamos decir... En una época, finales del XIX en que la mujer tenía vedados los estudios universitarios, Leavitt y otras calculistas fueron contratadas por el Observatorio de Harvard (EEUU) para realizar una labor increíblemente compleja, ardua, pero fructífera: catalogar las estrellas, las imágenes que se obtenían con los nuevos y potentes telescopios.

El responsable del observatorio, Edgard Pickering creó este "harén" (así fue conocido en la época, con toda la carga machista que puedan extraer) porque estaba convencido de que las mujeres tenían más destreza para realizar tareas repetitivas y no creativas, acumular y clasificar con tanta destreza como un científico profesional. Además, cobraban mucho menos. Esas mujeres de Harvard fueron grandísimas astrónomas y, entre ellas, la poco conocida Henrietta demostró que las mujeres tenían además una creatividad sorprendente.

Estudiando estrellas variables en la Gran Nube de Magallanes, encontró una relación entre el brillo máximo que presentaban y el periodo de variabilidad de ese brillo. Esta ley de Leavitt, que se aplicaba a un tipo de estrellas pulsantes conocido como Cefeidas, permitió obtener una nueva escala de distancias que dirimió finalmente uno de las grandes controversias científicas de comienzos del siglo XX: si todo el Universo era la Vía Láctea o nuestra Galaxia era solo una de muchas, verdaderos universos-isla poblados de cientos de miles de millones de estrellas. Gracias a las observaciones de Leavitt se pudo finalmente medir la distancia a otras galaxias y confirmar la postura de Heber Curtis frente a la de Harlow Shapley de que el Universo era mucho más grande de lo que se creía.

Miss Leavitt, sin embargo, no pudo ser reconocida como la madre intelectual de ese gran argumentario porque, de débil salud, murió pronto y porque una sociedad estrictamente machista no podía asumir algo así. Carmen del Puerto, directora del Museo de la Ciencia y el Cosmos de La Laguna (Tenerife), prepara una obra de teatro sobre este personaje, también una mujer poco conocida y fundamental.

Uno de los proyectos pilares del Año Internacional de la Astronomía, precisamente, intenta recuperar la labor de las mujeres en la astronomía. Ella es una astrónoma parte de un hecho claro: la representación de la mujer en la investigación en astronomía es en promedio del 25%, aunque en algunos países se produce paridad y en otros casi no hay mujeres en la ciencia. Hasta los años 50 las mujeres no podían acceder a los observatorios astrofísicos en EEUU salvo como invitadas y las primeras que lo consiguieron tuvieron que escuchar por boca de sus colegas que ello se debía a que no había excusados preparados para las mujeres. Poco a poco, dentro de ese proyecto, se ha ido dando a conocer esta realidad, e invitando a mujeres a que desarrollen su profesión (y su afición) como astrónomas.

Quizá Hipatia, o Henrietta puedan servir de acicate a alguna indecisa. Y eso es importante porque las vocaciones científicas no abundan. Y menos en un país que se ve enfrentado a un importante tijeretazo presupuestario en los temas científicos para el año que viene.

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