Durante los últimos meses realicé un viaje extraordinario para encontrar lo que me hace ser lo que soy.
Mi cerebro ha sido escaneado, engañado, electrocutado y drogado en una plétora de experimentos diferentes. Todo para encontrar qué es lo que provoca la sensación de que hay alguien dentro de mi mente.
La ciencia lo llama la búsqueda de la conciencia. Yo lo llamo la búsqueda de mi "yo".
No siempre fui consciente de mí mismo como ser humano separado de los que me rodean.
Pero ¿en qué momento se inició esta conciencia de mí mismo?
Un experimento fascinante en la Universidad de Portsmouth indica que entre los 18 y 24 meses de nacido el cerebro de un niño alcanza una etapa en la que súbitamente se hace consciente de sí mismo como individuo.
Para comprobarlo cada niño es colocado frente a un espejo y alentado a jugar. Hay un punto en que el niño probablemente comenzará a interactuar con su imagen en el espejo.
Una vez que esta interacción ha sido establecida, el investigador aleja al niño del espejo y mientras le limpia la nariz coloca disimuladamente una marca roja en la cara del niño en un lugar en el cual éste no puede verla o sentirla.
Posteriormente el pequeño regresa a jugar frente al espejo.
En el caso de Owen, de 16 meses de edad, comenzó nuevamente a interactuar con su imagen en el espejo y en ningún momento se mostró particularmente preocupado porque la imagen que veía tenía una gran marca roja en su rostro.
Sin embargo, Bethan, de 22 meses, miró su imagen en el espejo y su mano de inmediato se dirigió hacia su cara para explorar la extraña marca que veía en su mejilla.
Esta fuerte reacción es una señal de que Bethan reconoce la imagen y piensa "ésa soy yo".
En cierto punto del desarrollo cerebral algo ocurre que nos hace ser autoconscientes, pero qué es este algo, continúa siendo un misterio.
El precio que se paga
¿Acaso somos los humanos los únicos que tenemos este sentido del "yo"?
La Prueba del Espejo del Autorreconocimiento fue diseñada en los años 70 por el profesor Gordon Gallup.
Su objetivo original era probar la conciencia en animales, no en niños.
"Un día que me estaba rasurando frente al espejo se me ocurrió que sería interesante ver si los chimpancés podían reconocerse a sí mismos en un espejo" dijo.
Y de hecho sí pueden hacerlo. Así que ¿cuántos otros animales pasan la prueba de la autoconciencia?
Además de los chimpancés y los humanos, sólo los orangutanes pueden hacerlo.
Por supuesto que la mayoría de los dueños de mascotas probablemente argumentarán que su perro, su gato o su hámster está consciente de sí mismo.
No pasar la prueba del espejo no necesariamente significa que otros animales no sean autoconscientes, pero un resultado positivo es evidencia convincente de que el cerebro ha desarrollado el sentido del "yo".
Es sorprendente que los chimpancés comienzan a fallar la prueba cuando llegan a los 30 años de edad, a pesar de que sólo les quedan 10 o 15 años de vida.
La razón es que la autoconciencia tiene un precio.
La conciencia permite al cerebro tomar parte en un viaje mental a través del tiempo.
Podemos pensar sobre lo que éramos en el pasado e incluso proyectarnos hacia el futuro.
Y es por esto por lo que Gallup cree que en su vida adulta los chimpancés prefieren perder la capacidad de concebirse a sí mismos.
"El precio que pagas por ser consciente de tu propia existencia es tener que enfrentarte con la inevitabilidad de tu propio fin".
"La conciencia de la muerte es el precio que pagamos por la autoconciencia".
Pero ¿qué es lo que en el cerebro nos hace ser conscientes?
Investigando el sueño
El experimento que me ha acercado más a una respuesta consistió en tomar una siesta en el Centro del Sueño y la Conciencia de la Universidad de Madison.
El sueño profundo es un periodo en el que renunciamos a nuestra conciencia.
Pero ¿cómo poder plantear preguntas al cerebro cuando éste duerme?
Como me explicó Marcello Massimini para lograrlo tenía que someter a mi cerebro a descargas de pulsos eléctricos en una técnica llamada estimulación magnética transcraneal (EMT).
Me preocupaba un poco, siendo matemático, someter a mi cerebro -una herramienta esencial en mi trabajo- a choques eléctricos.
Pero Marcello afirmó que era perfectamente seguro. "Me lo he hecho a mí mismo muchas veces" dijo.
La primera parte del experimento consistió en aplicar EMT a una pequeña región de mi cerebro cuando estaba despierto y consciente.
Colocaron electrodos en mi cabeza para registrar el efecto y Marcello me mostró los resultados.
"Es importante notar que distintas áreas alejadas del sitio estimulado se activan en distintos momentos en un patrón complejo".
El cerebro está interactuando como una red compleja.
Después tuve que quedar dormido y una vez que alcancé la "fase cuatro" del sueño profundo Marcello sometería a mi cerebro a más descargas.
Desafortunadamente fracasé en esta parte del experimento.
Es muy difícil irse a dormir con 60 electrodos en la cabeza, mientras se te filtra un "ruido blanco" por los oídos y un equipo de filmación murmura: "¿ya se quedó dormido?".
Quizás tenía tantas ganas de someterme al experimento que no pude rendir mi conciencia.
A pesar de haber fracasado, Marcello me mostró los resultados de otros participantes más obedientes.
A diferencia de lo que ocurre en el estado consciente, la actividad eléctrica no se propaga a otras regiones del cerebro.
Es como si la red se hubiera descompuesto. Y esto implica que quizás la conciencia tiene que ver con la compleja integración del cerebro.
Por supuesto que esto plantea la interesante pregunta de si algo como internet, una vez que alcance un umbral determinado, podría también en algún momento del futuro reconocerse a sí mismo cuando se mire en el espejo.
Como matemático mi cerebro prefiere la idea de que la complejidad matemática de la red neuronal en nuestra mente podría ser la clave de ese "yo" secreto.
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