El primer licenciado de Europa con trisomía 21 presentó en Granada la película 'Yo también' el día de su estreno
Tiene los típicos ojos achinados. Es de pequeña estatura. Pronuncia las palabras con cierta dificultad. A todos los efectos, Pablo Pineda es un síndrome de Down. Y sin embargo, el primer licenciado de Europa con trisomía 21 tiene un discurso tanto o más inteligente que cualquiera. El malagueño de 35 años -ganador de una Concha de Plata junto a su compañera de rodaje Lola Dueñas- participó ayer en Granada en la presentación de la película 'Yo, también', que se estrenaba este viernes en cien salas de toda España.
Pineda se mostró encantado con la reacción del público que encontró en San Sebastián y en los preestrenos de Barcelona, Madrid y Sevilla. «En Madrid el público interrumpía la película con carcajadas... Espero que este fin de semana siga yendo la gente a verla», confió. A su juicio, el filme puede «transformar» a los espectadores, cambiar su percepción de las personas con síndrome de Down. «Si por algo destaca es por su mensaje alegre, optimista e ilusionante acerca de la diferencia», aseguró. Porque 'Yo también' aborda la discapacidad intelectual como un hecho «ni trágico ni dramático».
Pineda reconoce que hablar de la afectividad y la sexualidad de los Down incomoda a mucha gente. «Quizá sea porque tenemos miedo a que los síndrome de Down tengan lo mismo que tienen los demás -afirmó-. No somos extraterrestres ni marcianos. Somos personas. Y tenemos lo que tienen las personas: necesidades sexuales y necesidades afectivas. No queremos ni debemos ocultarlo».
En ese sentido, lamentó que esa faceta esté tan olvidada. «Siempre se habla del aspecto cognitivo de los Down, de lo que pueden aprender y lo que no (más de lo que no que de lo que sí, je, je), de los temas médicos, pero no de esa parte afectiva», señaló el titulado en Ciencias de la Educación.
Amor improbable
En su opinión, una relación como la que Daniel (su alter ego cinematográfico) y Laura (Lola Dueñas) mantienen en la ficción es improbable en la realidad. «Imposible no es, yo espero que no; pero sí extremadamente difícil -admitió-. No es fácil que una chica se enamore de un síndrome de Down. Hay que ser realista. Como amigos somos estupendos, pero ya está; hasta ahí. No hay el siguiente paso». ¿Cuál es la razón? «Quizá que no les damos estabilidad material a las chicas; por ahora no la tenemos», aventura.
El joven malagueño es perfectamente consciente de que no es un caso 'normal' de trisomía 21: su capacidad intelectual, sus habilidades sociales y su autonomía lo convierten en una 'rara avis' entre los Down. Pero al mismo tiempo no puede aspirar, por ejemplo, a tener una pareja no Down: está en tierra de nadie. «Sí, es un poco duro estar ahí en medio, entre dos frentes», asumió.
No por ello se considera mejor que otros jóvenes con discapacidad intelectual que no han llegado tan lejos como él. «Me siento muy afortunado en todos los sentidos. Tengo una familia que me ha rodeado y unas oportunidades que muchos chicos Down no tienen. Para mí todo han sido puertas abiertas y facilidades; es mucho más meritorio hacerlo con trabas», recuerda.
Sus aspiraciones son las de cualquier chico de su generación. Hoy por hoy ni tiene pareja ni un puesto de trabajo, pero confía en que eso cambie. «Dentro de cinco años me veo colocado, trabajando, con mi pareja y mi familia. Con esta edad, ¿quién no quiere tener pareja?», se preguntó.
En ese sentido, consideró que la política integradora del Ayuntamiento de Granada -que tiene 27 funcionarios y 24 contratados con discapacidad intelectual- debería ser un ejemplo para otras instituciones públicas. «Ojalá otros ayuntamientos lo hagan; sería un camino colosal para completar la normalización de los Down -deseó-. Trabajar en un puesto fijo sería un paso de gigante, porque se nos ve como personas útiles, que podemos aportar algo y tenemos derecho a trabajar».
Normalidad democrática
El día en que el cromosoma de más no sea una oportunidad laboral menos, la película 'Yo también' habrá triunfado de verdad. «Sería un síntoma de que la sociedad española está madurando democráticamente», concluyó.
Mientras ese momento llega, Pablo disfruta de los efectos de su incursión en el mundo del cine. «La experiencia ha sido genial. Me lo he pasado muy bien. Los directores (Álvaro Pastor y Antonio Naharro) han sido mis amigos, el equipo me ha arropado de una manera impresionante. Y con Lola ha sido maravilloso: ha habido una química que ha trascendido fuera de las cámaras. Tenemos una grandísima amistad».
Para Pablo Pineda, la Concha de Plata es «un premio colectivo para todo el equipo y, sobre todo, un premio a la constancia y la cabezonería de los directores», que empezaron hace seis años a trabajar en este proyecto.
Sin embargo, está deseando volver a sus viejos hábitos, a sus doce horas de estudio para sacar la oposición en el Ayuntamiento de Málaga. «Llevo mucho tute y espero darme un baño de normalidad -aseguró Pablo Pineda-. Me gusta más mi vida normal que esto, volver a mis costumbres y mis rutinas, escuchar mis Cuarenta Principales mientras estudio las oposiciones, alejarme de los medios... Estoy un poquito harto de vosotros, las cosas como son, ¡ja, ja, ja!».
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