La flota ballenera de Japón reveló el verdadero impacto causado por grupos ambientalistas que se oponen a la caza del cetáceo. Al terminar la cacería anual en aguas de la Antártica, los barcos regresaron a puerto con sólo la mitad de lo que se habían propuesto capturar.
El último barco de la flota atracó en la bahía de Tokio con 507 ejemplares, reporta desde la capital japonesa el corresponsal de la BBC Roland Buerk.
El año pasado la flota salió al mar con el objetivo de capturar unos 1.000 cetáceos.
Se trata de la menor actividad en años.
Los balleneros dijeron estar furiosos, y responsabilizaron de no cumplir sus objetivos a lo que catalogaron como la "violenta interferencia" del grupo conservacionista Sea Shepherd.
Los enfrentamioentos entre Sea Shepherd y los balleneros nipones paralizaron la caza por 31 días.
¿Cómo actúan?
La organización internacional sin fines de lucro Sea Shepherd persigue desde hace años a las naves balleneras japoneses para sabotear sus actividades en la Antártica.
La flota nipona denunció que, para impedir su trabajo, los activistas realizaron el año pasado actividades como bloquear el timón de los pesqueros para averiar el motor, o lanzar ácido corrosivo a la cubierta de los barcos, reporta la agencia EFE.
En uno de los enfrentamientos en alta mar, el activista neozelandés Peter Bethune logró abordar uno de los balleneros para, según dijo, realizar un "arresto ciudadano" al capitán.
Desde entonces, espera juicio en Japón acusado de cinco delitos, y de ser condenado podría ir a prisión.
La caza comercial de ballenas está prohibida en todo el mundo desde 1968. Sin embargo, Japón justifica que su pesca es para fines científicos.
Aunque esta actividad está autorizada, la carne que no se utiliza en investigaciones termina en tiendas y restaurantes.
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