Me ha parecido muy interesante la reflexión que hace Thomas L. Friedman en The New Sputnik acerca del papel que está empezando a asumir ya China en cuanto a las energías renovables.
Según su argumento los líderes del país se han dado cuenta de que no hay manera de seguir manteniendo el crecimiento del país con una producción energética basada en combustibles fósiles y han tomado la decisión de convertirse en una «China Verde» que haga un uso mucho más extensivo de sistemas de producción de energía mucho más limpios.
En realidad, según argumenta Friedman, no lo harían por una especial preocupación por el medio ambiente sino porque necesitan hacerlo dado que poco a poco sus habitantes van teniendo cada vez más problemas con la contaminación atmosférica, de ríos y lagos, e incluso de la tierra cultivable y que no pueden mantener su ritmo de crecimiento en esas condiciones.
Así, China se estaría centrando en la fabricación a bajo coste de sistemas de producción de energía solar y eólica para un mercado que es potencialmente el más grande del mundo, con lo que podría convertirse en poco tiempo en el líder mundial, a poco que se apliquen en ello.
Sea cual sea el motivo, si todo esto tiene el efecto colateral de abaratar el acceso a estas tecnologías, bienvenido sea.
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