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sábado, 26 de septiembre de 2009

El acto de escribir un 'e-mail' o una carta es impredecible


¿Es el ser humano impredecible? Un grupo de investigadores ha tratado de responder a esta pregunta centrándose en el ámbito de la comunicación escrita. La respuesta, según publican hoy en Science, es que no hay factores predictivos a los que poder atenerse.

El patrón que marcaba la escritura de cartas de un científico como Einstein no difiere mucho del que pueda adoptar un estudiante inmerso en el plan Bolonia al enviar sus e-mails. Al contrario de lo que se venía asumiendo, la escritura de una carta o de un correo electrónico no responde a la necesidad humana de contestar a otros individuos, sino que es fruto de la propia naturaleza y la casualidad.

El estudio que así lo afirma, coordinado por Luis A. Nunes Amaral y encabezado por R. Dean Malgren, ambos de la Universidad de Northwestern (en Evanston, Illinois), ha analizado la correspondencia de dieciséis grandes intelectuales del pasado -Albert Einstein, Charles Darwin, Francis Bacon, Arnold Schoenberg, Ernest Hemingway, Marcel Proust y Sigmund Freud, entre otros- y las ha comparado con los e-mails escritos durante 84 días por unas 3.500 personas vinculadas a una universidad europea (estudiantes, profesores y administrativos).

"Cuando pensamos en Einstein imaginamos a un científico muy ordenado, meticuloso, con una rutina diaria, pero en realidad hemos visto que a la hora de escribir sus cartas sólo se regía por tres factores: el ritmo circadiano, la tendencia humana a la repetición y las necesidades cambiantes a lo largo de una vida", ha explicado Daniel B. Souffer, de la Estación Biológica de Doñaña, del CSIC, en Sevilla, y otro de los autores del trabajo.

Es lógico pensar que tanto Francis Bacon, cuando escribía sus cartas en el siglo XVI, como el usuario avanzado de internet se ven sometidos a la hora de escribir a sus horas de vigilia y sueño. Además, los autores del estudio aseguran que el hecho de haber escrito previamente una carta o un correo electrónico favorece el acto de escribir otra; finalmente, a ello se unen los avatares diversos que puedan impulsar o disuadir la comunicación: en el ejemplo de Einstein, el ritmo de su correspondencia aumentó tras la publicación de la teoría de la relatividad; del mismo modo, un bloguero ve crecer su comunicación vía e-mail cuando publica un artículo polémico en su bitácora.

"Pero, salvo estos factores, no hay nada más que pueda predecir un patrón, dentro de, por supuesto, una estructura fija: nos levantamos y acostamos a horas predecibles, pero en nuestra jornada escribimos correos en cualquier momento", recalca Stouffer, para quien esta aleatoriedad podría aplicarse a otros ámbitos "Es lo que tendríamos que probar ahora: si otros comportamientos humanos son tan impredecibles como el de la comunicación".

De confirmarse este análisis interpretativo se explicaría por qué a veces a los pacientes les cuesta tanto seguir un tratamiento crónico y olvidan las pastillas. Esa limitada capacidad para predecir el comportamiento humano también podría influir a la hora de estudiar los modelos de transmisión de enfermedades.

(Science 2009; 325: 1.696-1.700).

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