Martes, 01 de Septiembre de 2009 09:05 |
Contraer una enfermedad infecciosa después de un periodo de gran estrés es una experiencia bastante frecuente. ¿Es esto una simple coincidencia o es posible que el estrés pueda debilitar nuestras defensas inmunitarias ante la acción de agentes patógenos? En un nuevo estudio, la psicóloga Janice K. Kiecolt-Glaser de la Escuela de Medicina de la Universidad Estatal de Ohio, revisa los resultados de diversos estudios sobre cómo el estrés puede causar estragos en nuestros cuerpos, extrae conclusiones y hace algunas sugerencias para profundizar en el conocimiento científico de esta conexión. Numerosos estudios han demostrado que las personas estresadas muestran respuestas inmunitarias más débiles ante las vacunas, y, tal como observa Kiecolt-Glaser, las evidencias de que el estrés y la ansiedad asociada al mismo reducen la eficacia de las vacunas, ponen al descubierto un problema importante para la salud pública, pues las enfermedades infecciosas pueden llegar a ser mortales. Se ha demostrado que el estrés y la depresión aumentan el riesgo de padecer infecciones y pueden retardar el proceso de curación de las heridas. La inflamación es la forma que tiene el cuerpo de deshacerse de los estímulos dañinos y, además, comenzar el proceso de curación mediante la secreción de varios compuestos químicos conocidos como citoquinas proinflamatorias, por ejemplo, la interleuquina-6. Sin embargo, demasiada inflamación puede ser perjudicial y puede contribuir al desarrollo de muchas enfermedades relacionadas con el envejecimiento, como el Alzheimer, el Parkinson, la artritis y la diabetes tipo II. Las emociones negativas y los factores psíquicos que promueven el estrés incrementan la producción de las citoquinas proinflamatorias. Un estudio reciente reveló que los hombres y mujeres que tienen bajo su cuidado a cónyuges que padecen demencia, y, que por tanto, están bajo un estrés constante, tienen una tasa anual de incremento en sangre de los niveles de interleuquina-6 que es 4 veces mayor que la de quienes no tienen bajo su responsabilidad el cuidar de personas enfermas. Además, los cambios en los niveles de interleuquina-6 entre quienes fueron cuidadores no difieren de los niveles de quienes lo son actualmente. Ni siquiera después de haber fallecido el cónyuge enfermo. Esto indica que el estrés crónico puede causar un rápido envejecimiento del sistema inmunitario. Kiecolt-Glaser argumenta que debe tenerse en cuenta nuestro entorno al estudiar los vínculos entre el estrés y nuestra salud. Por ejemplo, la dieta puede modificar la interacción entre la respuesta psicológica y la inmunitaria. Una muestra de ello es que los ácidos grasos Omega-3, presentes en el pescado y las nueces, pueden reducir la producción de algunos compuestos proinflamatorios. Y el incremento de los niveles de ácidos grasos omega-3 puede tener efectos positivos en el estado de ánimo y en el sistema inmunitario. Las toxinas ambientales, como los pesticidas y los agentes contaminantes presentes en el aire, pueden tener efectos extremadamente negativos en el sistema inmunitario, y esos efectos pueden intensificarse en las personas estresadas, incrementando el riesgo de que padezcan alergias, asma e infecciones virales. |
lunes, 7 de septiembre de 2009
LOS EFECTOS DEL ESTRES SOBRE EL SISTEMA INMUNITARIO
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