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lunes, 28 de septiembre de 2009

El Pensamiento Mágico, y el Pensamiento Científico


Ronald y Nancy Reagan, cuando se hospedaban en la Casa Blanca fueron criticados por el simple hecho de que solían consultar a una astróloga. Pero, muchos otros gobernantes (además de ellos) durante el transcurso de la historia también han solicitado el asesoramiento de adivinos para predecir y encarar el futuro incierto con sus concomitantes enigmas.

Hoy, un grupo de científicos representantes distinguidos de las disciplinas más diversas, se reúnen regularmente en el espacio provisto por el Museo de Arte y Cultura en Santa Fe NM. Ellos están envueltos en un proyecto de proporciones mayores y de dimensiones extraordinarias. Se trata de adaptar el método de la investigación científica, para llegar a un entendimiento de aquellos fenómenos que pueden caracterizarse como ‘incognoscibles’.

Lo ‘conocido’ es lo primero que nos enseñaran en la escuela. Son los hechos pasados que fueron documentados o corroborados por otros. Estos conocimientos, a veces son susceptibles a las falsificaciones y a las distorsiones de conveniencia —- ya que eventos históricos son susceptibles a ser adulterados aún aunque éstos hayan sucedido en un pasado no muy distante. Por ejemplo, el gobierno japonés persiste en rehusar la enseñanza a sus hijos de los eventos históricos de todas las atrocidades de las que fuese culpable durante sus varias incursiones belicosas y conquistas sangrientas de los últimos cien años. Para ellos esas memorias es mejor suprimirlas, como si no existieran. No pudiendo formar parte de lo ‘conocido’ por sus futuros ciudadanos educados. Los rusos comunistas también han hecho uso de este método decepcionante. Ejemplos estos que ponen en duda la importancia absoluta de lo conocido.

Además de lo antedicho, asimismo permanece como verdad irrebatible la noción de que alguien puede ‘conocer’ (ni aun los cerebros egregios de Santa Fe) lo que realmente mañana nos traerá. Por ejemplo, cuántas personas morirán en un terremoto que no puede presagiarse, quién será el presidente del país en que viviremos dentro de diez años, qué enfermedades, hoy desconocidas, pronto nos van a amenazar — ello constituye el núcleo del dominio de lo que se considera como siendo ‘incognoscible’.

Pero, porque es tan vulnerable, y, porque hay tantas incertidumbres y amenazas furtivas que lo acechan por doquier, el ser humano ha elaborado, desde la aurora de su existencia, la creencia de que lo ‘incognoscible’ puede hacerse ‘conocible’ por medio de un mecanismo con el nombre improcedente (como se le conoce en algunos círculos psicoanalíticos) de ‘El Pensamiento Mágico’.

‘El Pensamiento Mágico’, constituye una forma de ideación arcaica, idiosincrásica y primitiva que se compendia en un conjunto de creencias (las cuales pueden ser compartidas por un grupo o sociedad) de que algunos eventos procederán de un modo satisfactorio como consecuencia del efecto de gestos cabalísticos, de ofrendas y sacrificios a los dioses, de oraciones, o de promesas personales a los santos, que se efectuarán para lograr de ellos la buena fortuna.

Por supuesto, si se tiene una vida que defender, una fortuna que proteger, un negocio que aumentar, una elección que (se puede) perder, una apuesta que se arriesga uno a hacer, un viaje en un avión que puede estrellarse. Uno necesita algunos parámetros, los cuales, si se aplican del modo apropiado, podrían disminuir las incertidumbres típicas que son parte de la Vida. El método científico nos sugiere que el mejor sistema para llegar a este logro es el de aplicar las estadísticas (aunque siempre exista la posibilidad de que el caso de uno sea el que constituya la excepción), o el de utilizar una serie de métodos hipotéticos, matemáticos y computacionales, de desarrollo reciente, cuyos logros aun permanecen en duda.

O uno puede leer el horóscopo personal que se publica en casi toda revista o periódico.

O uno puede visitar a alguien para que le lea la taza, o le lea la mano, o las cartas, o una bola de cristal.

O uno puede hacer ofrendas a los dioses en quien uno crea.

O uno puede pedirle a su terapeuta que le asista en analizar las causas de las ansiedades (como si éstas no fuesen justificables).

O uno puede llamar a un ‘experto’ en el mercadeo, o en el arte de la guerra, o en el mundo financiero.

O, también se puede comisionar una encuesta.

O uno puede, simplemente, admitir el hecho, de que basado en nuestra experiencia, El Pensamiento Mágico es una Defensa muy poderosa que asiste en adaptarnos a una existencia cuyo curso incierto no es siempre predecible. Y que este Pensamiento Mágico es una de las bases fundamentales de los métodos que usamos subconscientemente para reducir la ansiedad y para eliminar nuestras angustias.

Usaremos un ejemplo, extraído de los juegos terapéuticos de la psiquiatría infantil, para ilustrar el Pensamiento Mágico en acción.

El caso de Todd

De casi siete años de edad, hijo único de padres judíos conservativos, y nacido en medio de una familia con fortuna exorbitante, Todd estaba predestinado al éxito desde la cuna.

Lo conocí a la sazón de la reconciliación marital de sus padres, quienes celebraran el nacimiento de su segundo hijo, Noah, cuya concepción sucediera en el viaje de concordia que los llevara a Israel.

Todd, cuyas pruebas psicológicas lo ponían a nivel de ‘genio’, había sufrido una regresión catastrófica del desarrollo. Balbuceaba como un infante, quería beber leche de un biberón, se ensuciaba en sus ropas y se portaba como un bebé. Mi supervisor psicoanalista de niños recomendó terapia intensiva de cinco veces a la semana. En mi posición de candidato en el Instituto para el Psicoanálisis de Chicago, mi opción era una — la que aceptara con resignación.

Todd fue uno de mis mejores pacientes, ya que a mí, me enseñó tanto, como de mí aprendiera. Su inteligencia, era increíblemente excepcional y, para su edad temprana, su capacidad de introspección era única.

Una tarde, Todd llegó a su sesión acostumbrada, portando bajo su brazo un tablero de ajedrez y en su mano de niño, una caja con las fichas. Antes de que yo indagara, me dijo: ‘Anoche llegó mi abuelo, el que vive en Oyster Bay y me enseñó a jugar… juguemos…’

Yo le expliqué a Todd, lo que él ya sabía. La terapia de juegos es más terapia que juegos. Le dije que cuando yo asistía el bachillerato, en mi clase, yo fui campeón. No sería justo que él midiera sus talentos recién adquiridos con los míos — pero el Pensamiento Mágico se impuso en esta ocasión. Motivado, en su ceguera producto del conflicto de Edipo — ‘¡juguemos (me dijo), para ver quién gana!’

Le di las fichas blancas, las que aceptara, como cortesía. Para empezar, movió un peón dos pasos delante de su torre derecha. Le pregunté: ‘¿Por qué haces eso?’ Me respondió, ‘porque es así como me gusta hacerlo…’ Mis explicaciones para disuadirlo fueron inútiles. Moví un peón, liberando los movimientos de mi reina y el de mi alfil derecho. Todd, movió otro peón. Saqué mi reina, la que él tomara con su alfil. Moví mi alfil y le di jaque mate…

Todd aprendió esa tarde la lección más importante del Pensamiento Mágico — porque nosotros queramos que las cosas pasen como se nos antoja, no siempre pasan así…

En resumen

El Método Científico aún no explica las cosas del destino. ¿Pero, lo hará algún día en el futuro?… Veamos, ¿quién lo quiere predecir?

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