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martes, 29 de septiembre de 2009

¿Por qué somos «monos desnudos»?


Una de las características que nos diferencian de los demás primates es que no tenemos pelo corporal. Sorprende saber que hoy por hoy no tenemos ninguna hipótesis que expliqué satisfactoriamente el porqué.

Hace unos pocos meses que Ambrosio García leal, asesor científico de CosmoCaixa, museo de la ciencia de Barcelona, daba una conferencia en kutxaEspacio sobre Evolución y nos advertía del peligro de las explicaciones «panglossianas». El Dr. Pangloss aparece en la obra Cándido de Voltaire y encuentra explicaciones para todo. Por ejemplo, la nariz y las orejas están nuestra cara para que podamos llevar gafas.

A veces la falta de rigor es evidente, pero otras no tanto. Es muy común en las explicaciones evolutivas encontrar alguna razón para una estructura anatómica completa. Lo difícil es saber si el razonamiento tiene alguna base sólida o se trata simplemente de una «explicación panglossiana».

Explicar aspectos de la evolución de un modo convincente no es fácil. Hacer hipótesis panglossianas es muy sencillo. La ciencia (y la evolución lo es) exige que la hipótesis explique todos los casos (con alguna excepción razonable) y que sea predictiva.

Una de las formas de dar solidez a las hipótesis evolutivas es hacer un análisis comparativo con otras especies. Por ejemplo, Darwin, al visitar las islas Galápagos, hizo la hipótesis de que la robustez y forma de los picos de los pinzones (pinzones de Darwin) estaban relacionadas con la dureza de los alimentos que comían. Esa hipótesis permite que se hagan comparaciones con otras especies de pájaros, que se comparen sus picos y se vea si de verdad hay esa relación. Por otro lado, es una hipótesis predictiva pues está diciendo que si en la isla Z hay aves similares a los pinzones y que allí lo que comen son granos muy duros, sus picos deben ser robustos mientras que si comen gusanos que se esconden en las cortezas de los árboles, sus picos serán menos robustos pero mucho más alargados.

Recientemente ha habido unas cuantas publicaciones en las que se retoma un viejo tema, que ya fuera tratado en la obra de 1967 de Desmond Morris titulada «El mono desnudo». ¿Por qué los humanos somos los únicos primates que no tienen pelo corporal? O incluso más, ¿porqué somos de los pocos mamíferos terrestres que no tienen dicho pelo?

El pelo en los mamíferos sirve fundamentalmente como protección térmica. Por la noche evita que el calor se escape y en el día evita una insolación excesiva. En el agua el pelo no sirve de aislante, por eso ballenas, delfines y otros mamíferos acuáticos tienen su piel prácticamente desnuda. En tierra ni el elefante ni el hipopótamo tienen el cuerpo recubierto con pelo, pero la explicación es relativamente sencilla, su gran masa corporal hace que apenas pierda calor. No necesitan la protección del pelo.

Morris adelantaba tres hipótesis para nuestra desnudez:

1. En el largo camino de nuestra evolución pasamos por una época en la que vivíamos muy ligados al agua. Perdimos el pelo pues en el agua nos perjudicaba: nos hacía perder velocidad, dificultaba el secado,...


2. Evaporación del sudor. Al pasar de un hábitat arborícola, húmedo y fresco, a otro de sabana más seco, necesitábamos poder refrigerarnos; para ello una solución es perder el vello corporal para permitir el agua se evapore y al hacerlo nos enfríe.


3.Al vivir en cuevas los parásitos nos invadieron. Una solución contra los parásitos es perder el pelo. Esa era la explicación de daba Darwin.

Las tres explicaciones son muy bonitas y parecen explicarlo todo; pero hagamos un poco de anatomía comparada. Empecemos por la tercera hipótesis. Cueva->parásitos->pérdida de pelo.

Si eso fuera así, ¿por qué no han perdido el pelo los muchos mamíferos que viven en cuevas o en agujeros en la tierra? Los conejos, los cacomixtles, tejones, mapaches, osos, murciélagos,... tienen pelo. De hecho, los que no tienen pelo son una excepción y viven en condiciones muy diferentes a la de los humanos, por ejemplo, el topo sin pelo que vive en galerías subterráneas que él mismo excava.

(Rata topo desnuda, Heterocephalus glaber. Wikimedia. Creative Commons)

Veamos ahora la segunda hipótesis. La evaporación del calor. Al pasar del bosque fresco a la sabana mucho más cálida el sudar es una ventaja para mantenerse fresco y la ausencia de pelo ayuda. De ser eso cierto no debería haber ningún primate en la sabana que tuviera pelo; sin embargo sabemos que no es así; por ejemplo, el mono «patas» o mono «húsar» (Erythrocebus patas) suda –es el mono que más suda– y no ha perdido el pelo. Y no tenemos que limitarnos a los primates, ¿por qué los leones o las cebras no lo han perdido?

(Mono patas con su cría. Foto de scorpions and centaurs. Flickr. Creative Commons. Es el mono que más suda y como podemos ver no ha perdido el pelo)

La primera hipótesis lo que dice es que somos animales que en algún momento de la evolución vivíamos parte de nuestra vida en el agua y que eso ha hecho desaparecer el pelo, aumentar la grasa subcutánea, etc. Esta hipótesis surgió en los años 60 del pasado siglo, pero nunca se la ha hecho demasiado caso porque nuestra evolución en la sabana formaba parte de lo que se consideraba perfectamente establecido. Recientemente la hipótesis de la sabana ha sido puesta en tela de juicio. Hay muchos datos que apuntan a que nuestra evolución al bipedalismo ocurrió en un entorno arborícola y, por lo tanto, fresco. No en la sabana, pero tampoco en el agua. Así que seguimos con el problema.

Todo esto lo que significa es que en estos momentos no tenemos una hipótesis satisfactoria de por qué no tenemos pelo. Todas las hipótesis «al uso» son un poco panglossianas.

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